Opinión

Crédulos y mansos

De la misma manera que todas las civilizaciones y religiones han creado sus dogmas basados en su cultura y su teología, cada uno de nosotros va creando en su propia mente sus credos personales. Es la mitología propia, basada en los fundamentos que la sociedad va grabando en nuestro imaginario individual, haciéndonos homogéneos y adecuados al entorno social en el que vivimos. Podemos llegar a comportarnos y proyectar una imagen que no concuerda con nuestro sentir e, incluso, rechazamos a quienes disienten o no se conforman con la ortodoxia impuesta por la colectividad. Tendemos a actuar de la misma manera que lo hacen las demás personas, convirtiéndonos en maestros del fingimiento.
Salir de esa burbuja no es fácil. Resulta complicado cuestionar las verdades que tomamos como inmutables. Tendemos a no cuestionamos las reglas aunque no las entendamos y no las sintamos como propias. Sin embargo, no hay herramienta intelectual más importante para el desarrollo y el aprendizaje que nuestra capacidad para cuestionarnos las cosas. No lo dudes. Tratarán de impedírtelo, te desacreditarán, te estigmatizarán, pero elegir este camino te ayudará a crecer individualmente y a la sociedad, a progresar. Tenemos a nuestro alcance esta opción; elegirla, depende de nosotros. La elección de dejar de sentirnos inconscientemente programados nos pertenece.
Hace unos días atendí a un estudio que algunos investigadores de la universidad de Stanford (California). La conclusión de J. Bhattacharya, John Ioannidis, E. Bendavid y C. Oh es contundente: Los confinamientos estrictos y los cierres de negocios no guardan correlación con una reducción acusada de la propagación del covid-19. O lo que es lo mismo, las localizaciones en las que se han decretado, no presentan mejores resultados que aquellas en las que las limitaciones fueron más blandas, por lo que no encuentran que exista un efecto beneficioso claro y significativo de las medidas sanitarias más restrictivas. Sin embrago, los políticos, los medios de comunicación y parte del sector médico se han posicionado firmemente en el dogma, sin dar más alternativa que la represión. 
Podemos continuar creyéndonos a quienes ostentan el poder de la fuerza para reprimir a los que quieren mantenerse bajo su servidumbre, o podemos abrir un nuevo camino para cuestionarnos creencias, ideas arraigadas y dogmas preestablecidos. Si lo hacemos, incluso podemos llegar a oír de los tribunales belgas o austriacos resoluciones dictadas en contra de lo que tantos quisieron convencernos: que las restricciones y confinamientos drásticos eran la solución.

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