Tiburones de Dolce and Gabanna

Publicado: 17 ago 2014 - 11:29 Actualizado: 17 ago 2014 - 11:29

Pues, dilecta leyente, sobre el tema que propone, a mí me viene a la memoria aquel viejo adagio de que "el pez grande se come al pez chico". Asistimos al infausto espectáculo de contemplar como las grandes empresas están acabando con el comercio minoritario, hasta el extremo de que a muchas de estas tiendas de barrio habría que declararlas como especies protegidas, en vías de extinción.

Desde luego, en precios no pueden competir con los supermercados, pero en calor humano, en cercanía con el cliente, que con el tiempo se ha convertido en amigo, no tienen parangón. ¿Cómo comparar la frialdad de las grandes superficies, el anonimato de su personal, con el trato personalizado y familiar del tendero/a, con el que puedes echar una parrafada sobre el fútbol, el tiempo, las enfermedades y de lo que te plugue, que siempre serás bien atendido.

La señora Delia te aconsejará sobre la fruta o las hortalizas, muchas veces de su propio huerto, te ofrecerá huevos de sus gallinas y, a mayores, te dará cumplida información sobre los últimos acontecimientos. El señor José te ofrecerá vino de su cosecha, y tendrás la confianza de que no te engañan, porque son del barrio como tú. Y además te fían.

Conocen tus gustos, conocen a tus hijos que van al mismo colegio que los tuyos, y si se equivocan dan la cara, mientras que los otros se parapetan en sociedades anónimas, en gabinetes jurídicos y si tienes un problema te encontrarás con una serie de departamentos interpuestos que te harán desistir por aburrimiento de cualquier reclamación.

Tengo varios clientes que han sufrido en sus carnes la desafección de estas empresas, muchas de ellas multinacionales. Una se negó a devolver el dinero cobrado de más, amparándose en que había prescrito el tiempo para reclamar. De poco sirvió que el afectado llevase más de 30 años cumpliendo puntual y honradamente, sin rechistar, con la misma. Y es que la maquinaria burocrática de estos negocios funciona como una apisonadora sin corazón y sin alma. La razón, le vinieron a decir, para tal negativa, fue el ser tan ingenuo para confiar en que la empresa actuaría con la misma buena fe y lealtad que él, y no comprobar a tiempo los recibos.

A otro, la misma empresa intentó cobrarle varias veces la misma factura, sólo que éste era un hombre previsor y guardaba los papeles. Tal vez juegan al despiste, aprovechándose del que no es precisamente un archivo viviente. Por todo ello, solidariamente, también decidí cambiarme de compañía suministradora, pero ya me he enterado de que tampoco ésta es mejor que la otra.

Se argumenta a favor de las macroempresas que crean puestos de trabajo. ¿Pero se han parado a pensar en el que destruyen, y de cuántos sueños han roto? ¿Y de cuántos pequeños autónomos han sido engullidos y engañados por estos modernos tiburones? Claro, se me olvidaba que lo que al ciudadano le importa es que venden más barato, pues siguiendo la filosofía de Gordon Gekko, consideran que "lo que importa es el dinero, el resto es pura conversación". Sin embargo muchos de sus productos están salpicados de abusos y traiciones al pequeño productor; y es que la voracidad de estos grandes escuálidos revestidos con traje de Dolce and Gabanna no tiene límites. Por ello, no se deje engatusar, detrás de esa sonrisa profident y esa voz aterciopelada se esconde un depredador.

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