Opinión

Tempus fugit

En los tiempos que corren las cosas pasan a una velocidad de vértigo  y las situaciones que antes se prolongaban en el tiempo e incluso se tornaban crónicas hoy en día se van con el viento  sin que exista tiempo material suficiente para que se asienten, se materialicen y  sirvan para algo. La muestra más evidente de lo que cambian las cosas en pocos meses es el ideario que predicaba el presidente Sánchez antes de perder las elecciones generales y contemplar sin embargo con cumplida satisfacción y sonrisa vertical la paradójica posibilidad de renovarse en el cargo, y lo que predica después de haberse renovado. Sánchez ya había ofrecido una muestra de lo que le importa ser sincero cuando primero dijo que un acuerdo con Pablo Iglesias le quitaría el sueño y lo hizo vicepresidente unos meses después –situación suficientemente sospechosa para haberse dado cuenta de que este señor es un mentiroso crónico y que no tiene escrúpulos en engañar, disimular, camuflar o petardear en lo que haga falta si eso le vale- pero lo que vino más tarde es muy superior en mendacidad y vileza a todo lo anterior y lo anterior tenía tela. De hecho es una muestra sensible de lo que a ciertos personajes les duran sus compromisos y la evanescencia del tiempo que todo lo muta como ya se encargó de transmitir el gran Ronsard en sus poemas sobre las bellezas de las jóvenes de antaño que se marchita en un instante. Existe otro ejemplo muy pertinente en estos meses de tanta intensidad que abunda sobre lo que cambian las cosas de un día para otro y la odiosa mutabilidad de ciertos escenarios. Al árbitro Negreira se la ha ido la cabeza y  ya no asunta, así que ese debe ser el motivo por el que al Barcelona le pasan las cosas que le pasan. Negreira ya no está en disposición de arreglarlas y el panorama cambia.
Sirvan o no sirvan estas referencias para entender un  concepto sobre el que conviene reflexionar aunque produzca espanto, la verdad  es que “tempus fugit” como escribió Virgilio ya en tiempos de los romanos, uno de cuyos anhelos más insistentes naturalmente presidido por el fracaso era intentar  atraparlo. Hoy, cuando la fama y la popularidad duran segundos y los personajes que encarnan ambas facetas pasan de una exposición permanente a desaparecer engullidos por los que vienen detrás, casi más vale no  asomar la cabeza para que no te la vuelen. Modestia, prudencia y mucho sillón de casa. 

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