Opinión

Hay que pagar lo que se debe

El que no paga lo que debe es de poco fiar. Se trata de una máxima que no entiende de nacionalidades, etnias o religiones. Algo tan obvio como esto, sin embargo, se le escapa al gobierno de España que parece decidido a no pagar las cantidades multimillonarias que nuestro país está perdiendo en laudos internacionales a cuenta de la nefasta política energética a la que nos abocaron nuestros ínclitos líderes políticos.
En los días de vino y rosas de las energías renovables, cuando volaban los millones de euros como si fuéramos jeques de algún sultanato podrido de petróleo, llegamos a pagar el MWh solar a más de 400 € cuando el mercado de electricidad se situaba por debajo de los 50€. Así, de los bolsillos de los españolitos de a pie, salían cada año miles de millones de euros para alimentar una burbuja renovable que acabó pinchando. Hubo años en los que las ayudas públicas a estas energías superaron los 9.000 millones de euros. ¡En un solo año!
Cuando la situación se hizo insostenible, hubo que cerrar el grifo. El problema es que, desde un punto de vista jurídico, eso de cerrar el grifo no está demasiado bien visto. Cuando un inversor mete su dinero en nuestro país porque se garantiza por BOE una cierta rentabilidad de la inversión, es difícil que ese inversor se quede de brazos cruzados cuando le quitas lo prometido. ¿La culpa? De los que escriben en el BOE, como siempre…
La retroactividad de las medidas políticas genera varios problemas. El primero de ellos es una enorme inseguridad jurídica que colocaba a España en niveles de confianza dignos de otros países donde el presidente iba expropiando edificios en directo en la televisión pública. El otro gran problema es que los inversores no están para soportar los vaivenes ideológicos del gobierno de turno, de modo que van a denunciar ante los organismos pertinentes este tipo de atropellos arbitrarios. Como así hicieron.
¿Qué es lo que hizo entonces el Estado? Esto se imparte en la primera asignatura de república bananera: dejar a los inversores de tu país sin derecho a protestar. De esto se encargó el Tribunal Supremo en una sentencia que quedará para los anales del esperpento. ¿Lo siguiente? Pedir ayuda a Europa para que haga lo propio con los inversores europeos. Dicho y hecho, todos los arbitrajes entre países comunitarios se declararon carentes de valor. ¿Pero qué sucedía con los inversores foráneos a la UE? Con esos lo teníamos imposible y nos íbamos a tener que comer las demandas.
Estos inversores acudieron a los arbitrajes internacionales, de tal suerte que España ostenta el vergonzoso récord de ser el país del mundo con más arbitrajes en materia energética. Algunos de ellos siguen pendientes de resolución, pero lo verdaderamente grave es que nuestro gobierno se niega a pagar incluso los laudos que ya ha perdido. Sin embargo, a las instituciones extranjeras no se las magrea como a las nacionales y, una muestra de ello, es que teníamos la sede del Instituto Cervantes en Londres y alguna de las “embajadas” de Cataluña en el extranjero pendientes de un hilo para su embargo. Nos han congelado las indemnizaciones por la catástrofe del Prestige e incluso el mítico Falcon del presidente puede ser reclamado como garantía en alguno de los laudos que tenemos pendientes. Difícil imaginar una forma más sonrojante de hacer el ridículo. 
Esto nos hace los vergonzosos merecedores de un nuevo récord internacional: ser el segundo país del mundo con un mayor número de arbitrajes impagados. ¡Superamos incluso a Rusia! Únicamente nos gana Venezuela. En semejante pódium nos ha colocado la desidia y cabezonería de este gobierno, que está aumentando de manera artificial el dinero que vamos a tener que desembolsar los españoles para pagar (además de los laudos perdidos) los altísimos costes de abogados, las costas de los procesos y los intereses de demora por no pagar a tiempo.
Los procesos internacionales siguen y España continúa recibiendo varapalos continuos. Estos días hemos sabido que el CIADI se ha posicionado del lado de la compañía alemana RWE en una reclamación millonaria de la que también vamos a tener que pagar intereses y otros gastos. Independientemente del color político del que usted haga gala, convendrá conmigo en que así no se puede ir por la vida. Igual si nos retiramos cinco días a reflexionar, se soluciona todo de manera espontánea. Va a ser eso… 

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