Opinión

Nuestros ni-nis

Comprendo, dilecta leyente, su justificada preocupación por nuestra juventud, a la que todos los estudios señalan como poco preparada para competir con sus homólogos europeos, pero como diría un optimista (ya sabe que un optimista es un pesimista mal informado), le diré que comparados con los de la República checa o Eslovaquia, no estamos tan mal.

Mire, dilecta leyente, toda generación habida y por haber se ha quejado y se seguirá quejando de la generación siguiente: Jóvenes indolentes o ni-nis, como se les llama ahora (ni estudian ni trabajan). En cualquier caso siempre habrá quien trate de justificar su conducta en base a la herencia que recibieron de la sociedad precedente. Unas veces porque se encontraron todo hecho, lo que les conduce a la vagancia, y otras porque se encontraron todo deshecho, lo que les conduce a la frustración. Sería bueno recordar lo que en la antigua Grecia se decía de Saturno, al que se le atribuía haberse comido a su padre, dando a entender con esta alegoría que el Tiempo se tragó el pasado. Y es que, efectivamente, es comprensible que cada generación quiera romper con el pasado o al menos recibir la herencia “a título de inventario”. Porque no todo lo que les dejamos es digno de ser recibido. 

Alguien dijo que la juventud es una enfermedad que se cura con los años  Lo que pasa es que unos están más enfermos que otros, pero, en general, se evoluciona con el tiempo.  Los hippies de ayer son los ejecutivos del presente. También se dice que el que a los veinte años no es comunista es que no tiene corazón, pero el que lo es a los cuarenta es que no tiene cabeza.

Son frecuentes las alusiones a “Cualquier tiempo pasado fue mejor”,  lo que tal vez habría que atribuir a la memoria selectiva. “Cuando yo tenía tu edad…” a lo que en muchos casos habría que responder: Menudo pendón eras tú a mi edad

Otra queja es que  los jóvenes se iban antes de casa, bien a la guerra o al servicio militar, y al regresar lo que quedaba era casarse para completar el proceso de socialización. Y los padres se quejaban. Ahora los tienen hasta los cuarenta años sentados en el sofá de casa y también se quejan. Sin embargo, ello es en justa compensación al tiempo en que no han podido disfrutar de ellos, por motivos de trabajo
Coja cualquier escrito de cualquier pensador o filósofo de cualquier tiempo y lugar y verá como indefectiblemente se queja de los hijos de su tiempo; que si son más vagos, maleducados, irresponsables…Lo que me hacer tomar con cierta cautela los supuestos estudios “serios” sobre los jóvenes. Por otra parte, ahora la tecnología se ha perfeccionado tanto, que se confía en que el trabajo lo hagan los robots. Y ellos nacen con el chip para manejar estos ingenios modernos que a algunos adultos nos parecen inventos infernales.  

Desde luego, no parecen estar dispuestos a trabajar como chinos; ya los chinos trabajan por ellos  en el “paraíso” comunista. El problema es que no hemos incorporado una ética que acompañe al desarrollo tecnológico y le ponga límites.

Antes el juramente decisorio y el apretón de manos para cerrar negocios eran signos normales de confianza entre las personas (seguramente por la “mala” influencia de la civilización cristiana). La palabra dada era un valor incuestionable. Las guerras también tenían sus reglas y se respetaban. Para mí que fue a partir de la Segunda Guerra mundial cuando cambiaron las cosas: La Resistencia, actuando en forma de guerrillas contra los vencedores,  trajo como consecuencia la falta de confianza en los tratados de paz, y los hornos crematorios para aniquilar civiles molestos, terminaron de emponzoñar lo poco que de nobleza  podía encontrarse en el campo de batalla, poniendo, además, en cuestión la admisión de la guerra justa y el derecho de represalias reconocido en el  Derecho internacional.

Ese es el legado que recibimos, una sociedad sin principios, ni moral ni ética, en donde el fin justifica los medios. Luego  vino la  agitación y propaganda como medio de obtener el poder y la demagogia como forma de gobernar. ¿Qué podemos esperar?

Lo que es impepinable es que los jóvenes de hoy son más libres, pero  también que tienen un déficit en cuanto a recursos intelectuales y morales,  y muchos hacen un mal uso de esa libertad, pero eso es para escribir un tratado y no es el caso ni la persona.

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