Opinión

Vigo, la última de la fila

Como Vigo es ciudad del eterno devenir y por eso no extraña la vuelta de un clásico: el metro ligero, esta vez de la mano de Sumar, que debuta en unas autonómicas. ¿Qué es? Para los que no han leído un periódico en los últimos 25 años, apuntar un par de cosas. Una, que se trata de una propuesta que ha tenido varios capítulos, todos con el mismo final. Y dos, que en otras partes de España y Portugal ha funcionado muy bien como una solución para  resolver el transporte público. El metro ligero vendría a ser una especie de tranvía moderno, con ciertas características de lo trenes urbanos subterráneos. En algunas ciudades, en Oporto, por ejemplo, mantiene líneas por superficie, pero también hay una parte del trazado soterrado. Oporto tiene 250.000 habitantes, aunque su área metropolitana supera el millón de residentes. 

Vigo pudo haber sido la primera ciudad de España en disponer de este sistema, pero falló todo. En primer lugar, lo más importante: creer que era posible. A principios de siglo Carlos Príncipe, que entonces era vicealcalde tras haber sido antes el regidor, convenció al Gobierno gallego para que se implicara en el proyecto. Se hizo un estudio y también un estudio concreto con una primera línea desde O Calvario hasta Samil, que como tantas otras ideas acabaron oxidadas. Fue el intento más serio de poner en marcha un medio alternativo al autobús capaz de mover miles de viajeros al día de forma eficiente y rápida, con puntualidad en la llegada a las paradas y fiabilidad. Luego hubo otros metros ligeros, y todos acabaron en la papelera. El actual regidor no se ha mostrado interesado siquiera por plantearlo. La triste realidad es que Vigo, que pudo ser la primera ciudad de España, se ha convertido en la única en torno a 300.000 vecinos que carece de dicho servicios. Ah, y también  Valladolid, cuyo exalcalde es el actual ministro de Transportes -hoy de visita electoral- y que algo ha prometido al respecto. 

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