Opinión

Una muerte anunciada

La noticia de la expropiación de un sector de los terrenos del Aero Club de Vigo para cumplir con los nuevos requisitos de seguridad aeroportuaria de la Unión Europea estaba en el tintero desde hace años. No me sorprende nada. Por eso deseo repetir por enésima vez el verdadero problema en Galicia que ha sido la aceptación de un deporte popular en el mundo que data del siglo XIX, aunque sigue considerado por ciertos sectores de la sociedad como un deporte de elite.

Mi padre escoces, que emigró a Argentina había ido al colegio en el pueblo de St. Andrews (la cuna del golf) y desde los 5 años aprendió a jugar al mismo. En 1928 llego a la semifinal del Campeonato Argentino de aficionados. Como es natural como único hijo también aprendí a jugar desde una temprana edad. Luego, con 17 años viaje a Inglaterra a estudiar ingeniería en la escuela del Cable Ingles y al acabar los estudios mi primer destino fue Vigo. Recuerdo que desembarque en el puerto con una maleta y mi bolsa de palos y los ‘Grises’ en la aduana cuestionaron el uso de semejante bolsa de herramientas desconocidas. Luego, una vez incorporado en la oficina del Cable pregunte a los compañeros gallegos si había un campo de golf. No había, pero uno me dijo que tenía entendido que en Oporto del vecino Portugal existían unos campos. Hasta aquí la parte del comienzo de la Memoria Histórica. Ya casado, con dos hijos, y después de unos años en Sudamérica, el Cable me vuelve a destinar a Vigo - 1964 - y cual será mi sorpresa cuando me encuentro, gracias a un empresario visionario llamado Enrique Lorenzo Docampo, la construcción de una pequeña instalación, tipo ‘Country Club’ al estilo británico al lado del aeropuerto en Peinador. Aparte de la escuela de vuelo con un par de avionetas, consistía en un abanico de deportes incluido el tiro al pichón (aún está el palomar), pista de tenis y, sorpresa, un campito de golf de 3 hoyos. ¡Si solo 3 hoyos! Me hice socio. Recuerdo que los golfistas teníamos que esperar turno entre escopetazo y escopetazo para dar un golpe. Para jugar algún campeonato había que hacer el recorrido 3 veces un sábado y los restantes el domingo para completar 18 hoyos. Al pasar los años cambio el panorama. Los pilotos se fueron al aeropuerto, desapareció el tiro, se recuperó más terreno y por fin se pudo construir un campo de 9 hoyos. No fue el primer campo en Galicia. Luego se construyó otro en Coruña - la Zapateira - un Aeroclub en Santiago y el de 9 hoyos en La Toja que fue renovado posteriormente por el gran arquitecto de campos Ramón Espinosa (QEPD). Años más tarde, gracias al empresario vasco Ignacio Alzueta (QEPD) volvió Don Ramón y diseñó el campo de Domiao. Además, Don Ignacio me contrató como Gerente. Durante un par de años supervise dicha construcción, ante viento y marea debido al enorme rechazo que hubo por parte de los vecinos incluido algunos políticos con manifestaciones diarias. Volviendo al Aero Club, mi opinión es que el club aguante y siga con los 6 hoyos restantes mientras se involucren las autoridades, especialmente el Concello de Vigo y estudien la posibilidad de construir un campo público para que esta ciudad, donde se han invertido trillones de euros en otras instalaciones deportivas no deje morir al golf vigués. Estamos ya en el siglo XXI, ya existen varios campos de golf, pero probablemente sea el único sobreviviente que vio nacer este deporte en Galicia.

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