Opinión

Rumbo a la esperanza

“Está en nuestras manos cambiar el destino de la especie humana, los gobernantes del mundo tienen la oportunidad de que Dubái se convierta en el punto de inflexión de una acción transformadora que permita eliminar la brecha existente entre la mitigación, adaptación y financiación, y con ello poner rumbo a la esperanza”. 

La sociedad actual está atravesando una crisis de valores que está comprometiendo el futuro de la especie humana y del planeta, es necesario un cambio radical y para ello tiene que resurgir la ética humana, está en nuestras manos el futuro de la humanidad, la esperanza utópica es necesaria para poder avanzar en la búsqueda de un mundo nuevo y mejor para todos los seres humanos en condiciones de igualdad. Es nuestra responsabilidad utilizar nuestras capacidades para incidir en los equilibrios planetarios en armonía con la naturaleza, el medio ambiente y el hábitat en el que vivimos, solo así será posible conseguir que la tierra sea un vergel. 
El uso desmedido de los recursos naturales ha originado una serie de procesos de destrucción de equilibrios y ciclos naturales que se retroalimentan y van aumentando progresivamente, con daños irreversibles a la naturaleza que, terminarán acabando con el ecosistema, de ahí que es preciso acabar con la sobreexplotación de los recursos naturales, ya que cada vez son más frecuentes los episodios de calor extremo, riadas, incendios, etc., como consecuencia de los desequilibrios que ha provocado la actividad antropogénica desmedida y mantenida en el tiempo, y de seguir así vamos camino del ecocidio. 
El cambio climático está provocando destrucción, hambre, pobreza, millones de muertos y mucho sufrimiento. El ser humano es el único que puede frenar esta amenaza a nuestra supervivencia, ya que los grandes problemas que tiene actualmente la humanidad (calentamiento global, pérdida de biodiversidad, pandemias, hambre, etc.), se combaten con unidad de acción y no con armas; si se destinara solo una parte del dinero que se gasta en armamento a nivel global, se paliaría el hambre en el mundo. ¿Cómo es posible que 800 millones de personas pasen hambre y 35.000 personas fallezcan cada día por malnutrición o inanición, cuando el sistema agroalimentario mundial produce un 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse?
Aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar, decía Einstein. Nuestra generación es la primera en enfrentarse al cambio climático, o actuamos con urgencia o será una misión casi imposible para las generaciones venideras. Es preciso cambiar con rapidez nuestros estilos de vida para hacerlos compatibles con la salud planetaria. No puedo estar más de acuerdo con el reciente documento de carácter pastoral del papa Francisco, en el que afirma: “por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes, ya no se puede dudar del origen antrópico del cambio climático”, al situarse claramente del lado de la ciencia y asumir las conclusiones de la última gran revisión que hizo el IPPC sobre el conocimiento respecto al calentamiento global. 
Comparto la reflexión de François Rabelais (humanista, médico y escritor francés) que en su obra ´Pantagruel´ dice: “la ciencia sin conciencia es la ruina del alma”. En nuestras manos está el cambiar el rumbo de las cosas y construir un mundo nuevo sin ecocidio, sin pobreza y sin hambre e igual dignidad para todos. Ciencia tenemos, tengamos conciencia y que nuestro principal propósito sea mejorar la vida de la gente.

(*) Científico, académico, experto en salud ambiental.

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