El vecino del norte

Publicado: 08 dic 2024 - 03:26

Recuerdo que la primera vez que pisé territorio francés lo hice como quien introduce el pie en aguas procelosas y teme no volver a sacarlo por quedar preso en las fauces de un cocodrilo que habite en sus profundidades. Yo debería tener doce o trece años, viajaba hacia un pueblo próximo a París, y había escuchado tantas historia relacionadas con el desprecio que los franceses sentían por sus vecinos del sur, que estaba completamente convencido de que me introducía en un territorio de lo más hostil en el que es muy probable que me escupieran en la jeta por el mero hecho de ser español o me dieran una paliza en cualquier rincón por fascista o por mirón según el ambiente donde me pillaran. Según había escuchado, aquellas gentes tan europeas consideraban redomados franquistas a todos los españoles lo fueran o no lo fueran, y eran muy dados al descrédito y al maltrato en cuanto se echaban uno de ellos a la cara aunque fuera un escolar con cara de bobo y gesto pasmado y sobrecogido como entonces era yo.

La vida ha dado muchas vueltas desde entonces, y las tornas han terminado girándose. Y no es que nosotros hayamos ascendido hasta la cumbre de la aristocracia política y financiera de la vieja Europa sino porque los franceses llevan ya mucho tiempo cayendo en picado. Ya a nadie puede extrañar que el vecino tras los Pirineos que solía ser bien un pobre represaliado hijo de la guerra civil –reléase la inigualable “Ninette y un señor de Murcia” del genio Miguel Mihura- bien un emigrante miserable de boina y maleta atada con un soga, bien un reprimido sexual ansioso de ver señoras en pelota, bien un españolito sin cultura europea alguna completamente sobrecogido por el paso de la frontera, esté ahora por encima porque a los vecinos del norte en estos últimos años les ha ido lo que se dice fatal hasta sumergirse directamente en el caos. Francia, cuyo sistema político convierte a su presidente de la República en trasunto de Bonaparte en detrimento del pobre imbécil al que personalmente designa como jefe de Gobierno para que se lleve las bofetadas, ha permitido que Macron haya quemado a seis mártires en ese puesto el último de los cuáles –Barnier se llama el desgraciado- no ha cumplido seis meses en el cargo. Ante esta Francia caótica y con la prima de riesgo colgada de los árboles uno se siente hasta bueno. No lo somos pero nos conformamos.

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