Los romeros “tomaron” Santa Trega
La tradición se cumplió un año más en A Guarda con una asistencia masiva a la tradicional romería y subida al monte, donde se celebra la “xura” de los integrantes de las bandas y el “xantar” de grupos de amigos y familias
El calor de la jornada se preveía desde las cercanías del puerto, desde las calles, desde las playas mucho antes de subir el Santa Trega. El sonido de los bombos y tambores desvelaban el sueño de los que aún dormían y los integrantes de las distintas bandas comenzaron a reunirse en sus puntos de encuentro y concitarse, después, en las inmediaciones de la Alameda.
Los atajos que acortan la subida al monte, pero que requieren un mayor esfuerzo en el ascenso, fueron cubriéndose de huellas; los coches, por carretera, transportaban los "xantares" y a quienes menos fuerzas tenían para alcanzar la cumbre. En torno a las once de la mañana, las bandas iniciaron el ascenso.
“Xura” la Banda Negra, el origen de este movimiento de bandas, en el Púlpito. La única que lo hace por la mañana, antes del familiar y amigable “xantar”. El ritmo que marcan aquellos golpes repetidos, entra por las pieles que asoman entre las camisas rotas y entintadas. Lo que era blanco adquiere tonalidades violáceas. A veces las ráfagas de tinto serpentean etéreas y se cobijan en los cuerpos que bailan una danza que sugiere, en aquel entorno, un origen ancestral. La “Xura” tiene lugar en el entorno de la ermita, en el mirador de José Sobrino, en el Púlpito, en el Palco.... La “Xura” es el acto solemne de los integrantes de las bandas. Es el rito con el que se renueva el compromiso de pertenencia a la banda en la que está integrado. Se alza el garrafón que guarda el vino tinto. Se lleva a la boca y se traga el líquido a bocanadas y el que no se da engullido, rueda sin pudor por las comisuras de los labios y crea regueros de color en las camisas. Al mismo tiempo redoblan tambores y suenan bombos.
En el xantar se descansa. Se descansa y se come. Salpicón, marisco, empanadas, tortilla, croquetas y postres caseros, sin que falte la típica rosca de yema guardesa; café con sus gotas de aguardiente, si procede, y algún licor para acompañarlo. Si se escucha un tambor, seguro que algún niño aprovecha el momento para usurpar las baquetas, y otro se adueña del mazo por momentos. Y después del “xantar”, cada banda, ahora sí, todas, se sitúan en sus respectivos altares para comenzar de nuevo los rituales de la “Xura”, el baile embriagador que no se detendrá hasta que el sol, en su caída, pero todavía muy arriba en el horizonte, indica que hay que cambiar de escenario.
Es media tarde. Las bandas y los romeros y los curiosos toman de nuevo la carretera y los atajos y se desanda el camino de la mañana. El "Montiño" es el preludio de la despedida, los últimos saltos de una danza con reminiscencias milenarias, aunque la troulada del Monte tenga poco más de un centenar de años. Después de la merienda-cena, en torno a las nueve de la tarde, se inicia la “Baixada”.
Y mientras en la Finca de Fínola la orquesta marca los postreros ritmos bailables. Los fuegos de artificio despedirán las Festas do Monte.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último