Siria espera bajo el frío una ayuda que no llega
Tragedia en Oriente Próximo
La OMS alerta de que muchas zonas afectadas siguen inaccesibles
Muchas zonas de Siria afectadas siguen sin acceso debido a la destrucción de vías de transporte, destacó ayer la representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el país, Iman Shankiti. “Las necesidades sanitarias son tremendas, más para un país que sufre desde hace 12 años la guerra civi”, alerta Shankiti.
Los Cascos Blancos alertan de que no cuentan con suficiente maquinaria para el desescombro, entre otros recursos, y estiman que “cientos” de personas continúan sepultadas bajo los edificios derrumbados.
Más de 293.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares solo en las áreas controladas por el Gobierno sirio de Bachar al Asad como consecuencia de los terremotos.
En la aldea de Melkis, en las áreas opositoras del noroeste de Siria, varias familias aguardan alrededor de una hoguera improvisada junto a los edificios destruidos por los terremotos, a la espera de que los equipos de rescate encuentren a sus seres queridos desaparecidos en la tragedia. Transcurridos dos días y medio del primer seísmo, las esperanzas de hallar supervivientes se van apagando, pero son muchos los que aún plantan cara al frío gélido del invierno como pueden para ser los primeros en conocer las noticias, buenas o malas, que siguen emergiendo de entre los escombros.
En Melkis, y otras áreas opositoras de las provincias de Idlib y Alepo fuertemente golpeadas por la catástrofe, las operaciones de búsqueda continúan en marcha con la participación de los vecinos y de rescatistas de los denominados Cascos Blancos, que estiman que “cientos” de personas continúan sepultadas.
En otros lugares como la localidad de Harem, en Idlib, las labores están siendo lideradas hoy por residentes, voluntarios y combatientes de los grupos armados locales, con una pequeña presencia de efectivos de los Cascos Blancos, los socorristas por excelencia en las zonas sirias en manos de la oposición. Los terremotos también han dejado a decenas de miles de familias sin hogar, que desde hace tres noches sobreviven a las bajas temperaturas en coches, a la intemperie o, más recientemente, en una serie de albergues abiertos por las autoridades para acoger a los damnificados. En la ciudad de Alepo, capital de la provincia homónima y una ciudad actualmente en manos de Damasco, Almira ha pasado cada noche desde el sismo en el interior de un vehículo.
“De vez en cuando, alguien dice que viene en camino otro más grande y no sabemos qué hacer más allá de ir a la iglesia de al lado de nuestra casa; o, cuando está muy llena, a otra zona en la que la gente aparca los coches en fila y todo el mundo se sienta dentro”, relató.
El martes, ella y el resto de ocupantes de su vehículo pudieron sentir dos nuevas réplicas. “No hemos dormido en dos días y todos tenemos gripe por el frío, hace mucho frío”, lamenta. Afirma que en Alepo solo las iglesias y mezquitas están repartiendo ayuda, y que muchos vecinos que optan por acampar en los coches ante el miedo a nuevos derrumbes lo hacen en los aparcamientos de las escuelas de la ciudad.
Por otro lado, cerca de una veintena de colegios permanecen abiertos para acoger a los vecinos de la urbe cuyas casas se han venido abajo o han sufrido daños que amenazan la estabilidad del inmueble.
Así lo indican las páginas de Facebook que se utilizaban para la colaboración vecinal durante las batallas en Alepo. Estos medios de coordinación en redes sociales se han reactivado a consecuencia de los seísmos y, tras muchos años, vuelven a servir para que los vecinos compartan información sobre los albergues disponibles, adónde acudir para recibir ayuda.
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