Macron declina en medio de una “revolución de cacerolas”

Las encuestas ya reflejan que su partido atrinchera a los más fieles, un cuarto de la población

Agencias

Publicado: 23 abr 2023 - 02:10 Actualizado: 23 abr 2023 - 02:10

Una mujer participa en una protesta contra Macron frente al ayuntamiento de París con cacerolas, el pasado 17 de abril.
Una mujer participa en una protesta contra Macron frente al ayuntamiento de París con cacerolas, el pasado 17 de abril.

La campaña de reconciliación del presidente francés, Emmanuel Macron, con la calle se enfrenta a la hostilidad de una parte de la población, que le ha recibido con caceroladas en una muestra de las cicatrices que se mantienen abiertas por la crisis provocada por la reforma de las pensiones.

A punto de cumplirse un año de su reelección, el inquilino del Elíseo necesita relanzar su mandato, asfixiado por el rechazo popular y por la falta de mayoría parlamentaria que compromete toda su acción de Gobierno. “El reto es recuperar la iniciativa política, algo que necesita un presidente que ganó las elecciones con una imagen de permanente reforma”, asegura el director del observatorio de opinión de la Fundación Jean Jaurès, Antoine Bristielle, en referencia al movimiento político que Macron fundó en 2016.

Para eso necesita cerrar la crisis provocada por una reforma de las pensiones aprobada de forma abrupta, forzando al máximo los mecanismos parlamentarios y en medio de una enorme contestación popular que los grandes sindicatos y buena parte de la población quieren seguir alimentando.

El jefe del Estado y buena parte de su Gobierno multiplicaron los encuentros con ciudadanos, momentos que los más hostiles contra la reforma aprovecharon para mostrarles que el combate continúa. Eso se tradujo en lo que algunos llaman la “revolución de las cacerolas”, el instrumento utilizado por los protestatarios para hacerse escuchar a la distancia impuesta por las autoridades, que en un giro algo grotesco llegaron a prohibir su uso y el de cualquier otro instrumento ruidoso en las proximidades del presidente.

Más allá de las anécdotas vividas, el pasaje muestra bien que Macron no tiene ante sí una tarea sencilla en los cuatro años que le quedan por delante. “Está utilizando la misma estrategia que usó para superar la crisis de los ‘chalecos amarillos’, la de entrar en contacto directo con el pueblo”, señala Bristielle, que considera que “esta vez es menos probable que le dé resultado porque la fractura con la población es más evidente que entonces”.

Además, el presidente se arriesga a galbanizar más la imagen de autoritario que tiene y a que alguna de las frases punzantes que utiliza en sus diálogos con los ciudadanos, profusamente mediatizados, se vuelva contra él. “Los huevos y las cacerolas son para cocinar”, lanzó el pasado jueves al comité de protestatarios que le recibía en Alsacia.

Macron llevó al extremo su concepción vertical del poder, en la que él decide y él mismo rinde cuentas ante los ciudadanos, una receta que, ahora, puede salirle cara, desarrolla el politólogo. Sin un partido fuerte que le respalde y con la voluntad de prescindir de otros interlocutores, como los sindicatos, el presidente se coloca frente a frente ante la hostilidad del pueblo, lo que puede generar una receta explosiva.

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