Encierro y pobreza, explosivo cóctel en los suburbios de París
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Un episodio de presunta violencia policial desató unos disturbios que siguen una semana después
La "banlieue" parisina, núcleo de la pobreza en los suburbios de la capital francesa, cumplía la jornada de ayer una semana de disturbios esporádicos desatados por un episodio de presunta violencia policial que ha obligado a las autoridades a aumentar la alerta en pleno confinamiento. Los incidentes se saldaron la noche del viernes con dos arrestos en los municipios de Bagneux y Sèvres y el hallazgo en el de Châtillon de 300 petardos y 50 botellas de cristal, unas cifras que sin ser muy elevadas reflejan que la tensión no cesa. Sin embargo el ministro del Interior, Christophe Castaner no daba esta semana demasiada importancia a los hechos al atribuirlos en parte a la dureza de las condiciones que se viven por el confinamiento.
El desencadenante de estos hechos ocurrió el sábado de la semana pasada a raíz de un accidente entre policías y un joven motorista que circulaba sin casco en Villeneuve la Garenne y que resultó herido al chocar contra la puerta de un coche patrulla sin identificar, que el agente abrió al intentar detenerlo.
El vídeo de ese momento, en el que los internautas denunciaron violencia policial, no tardó en circular en las redes y en provocar que en ese municipio y en otros se multiplicaran altercados todavía no comparables a los de octubre de 2005, desatados por la muerte de dos jóvenes y que se extendieron por toda Francia durante tres semanas.
Una relación podrida
"La relación entre la policía y la población en esas zonas, en particular con hombres con edades de entre 15 y 40 años, está podrida desde hace mucho tiempo. La llegada de una nueva herramienta de control, como el confinamiento, se ha sumado a esa tensión permanente", explica el sociólogo Laurent Mucchielli.
El autor de "L'invention de la violence" (La invención de la violencia), director de investigación en el Centro Nacional francés de Investigaciones Científicas (CNRS), apunta que la crisis sanitaria por el coronavirus solo ha exacerbado la fractura social.
"Interpretar esos conflictos como un desafío a la autoridad es un prejuicio de las élites, que miran esos barrios con sospecha y con una mezcla de miedo y desprecio. Olvidan que para ellas es mucho más fácil estar confinado", recalca.
Por su parte el ministro francés del Interior, Christophe Castaner, atribuyó en parte la situación a "la dureza del confinamiento" para jóvenes procedentes de hogares donde la pobreza "puede provocar la cólera".
"Son pequeños grupos que piensan que sería divertido atacar a las fuerzas de la policía, quemar papeleras", indicó el pasado en una declaración en la que aunque condenó esos altercados, pidió no politizarlos.
Una de las jornadas más violentas se desarrolló la noche del miércoles al jueves con la detención de trece personas, aunque desde los estamentos policiales trataban de quitar hierro al asunto al indicar que se trataba de unos incidentes "esporádicos y poco intensos".
En una de estas localidades que bordean París, Champigny sur Marne, estos días pasados una comisaría fue la diana de varios impactos de morteros caseros que no causaron daños significativos ni tampoco heridos.
La epidemia, una "lupa" que refleja la desigualdad en las "banlieues"
Para el también sociólogo Sebastien Roché, experto en los disturbios de 2005, este nuevo foco de tensión no es consecuencia de la cuarentena iniciada en Francia el pasado 17 de marzo, sino de la forma en la que los agentes actúan en las "banlieues". "Sus prácticas presentan problemas de igualdad y de derechos desde los años noventa. Hay una relación de hostilidad muy antigua que se transmite tanto en los agentes nuevos que llegan a un barrio pobre, que aprenden a comportarse de forma diferente, como entre adolescentes que todavía no han tenido contacto con la policía".
La epidemia, en su opinión, ha servido de "lupa": "Vemos las cosas de forma más clara porque muestra los límites de la capacidad del Estado para organizarse".
Se recurre a su juicio a un "enfoque muy agresivo" en el control de zonas donde la supervivencia económica se ha visto amenazada por el parón generalizado en la actividad y donde el confinamiento en apartamentos pequeños y con mucha gente son factores que no existían en 2005.
El también experto Hughes Lagrange, del Observatorio Sociológico del Cambio de SciencesPo, cree que el gobierno de Emmanuel Macron no ha instaurado tras su llegada al poder en 2017 una política que haya vinculado esos barrios a la República. "Siguen estando muy desfavorecidos", sostiene. ¿La solución? Al menos a corto plazo, según Mucchielli, una policía de proximidad. "Un agente que conoce a la gente no necesita sacar su pistola o intentar tirar al suelo a un joven sin casco. Puede ir a buscarlo a su casa más tarde. Eso no cambia todo el problema en la 'banlieue', pero sí la manera de gestionarlo", concluye.n
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