Las llamas calcinan ya 7.000 hectáreas en la provincia de Ourense
En Vilariño de Conso arde el Parque de O Invernadeiro y en Oímbra desalojaron a más de 200 vecinos
Los incendios de la última semana ya devoraron más de 7.000 hectáreas en la provincia de Ourense. El de Carballeda de Valdeorras es el de mayor extensión, pero los concellos de Vilariño de Conso, Oímbra y algunas parroquias de Carballiño y Monterrei también están sufriendo graves consecuencias.
En el concello de Oímbra hay tres focos que ayer por la tarde ya superaban las 500 hectáreas. El más preocupante es el de la parroquia de Rabal, con una superficie quemada de 130 hectáreas. Se activó la situación 2 de emergencia, por la proximidad del fuego a las casas y hubo que desalojar a 250 vecinos. También están afectados los núcleos de Videferre y San Cibrao, que superan las 350 hectáreas entre ambos. Todos estos fuegos entraron desde Portugal.
La alcaldesa de Oímbra, Ana Villarino, explicó que “todo el pueblo está fuera porque las llamas están muy cerca de las casas. Aunque no hubo una evacuación, todo el mundo salió para intentar protegerse”. En Pradoalbar (Vilariño), los vecinos ven como arde el Parque Nacional de O Invernadoiro, un espacio protegido a escasos kilómetros de la parroquia. Ya se perdieron 1.800 hectáreas y el fuego continúa fuera de control. Durante la jornada de ayer, las llamas se acercaron a un cortafuegos clave que evitaría el avance hacia la zona de viviendas. Además, una montaña separa el núcleo de casas del parque.
Pradoalbar se consume
Pradoalbar también padece el efecto de las llamas. Uno de los bomberos que colaboraba el domingo en las labores de extinción señaló que las llamas “están avanzando como un misil”. El viento no ayuda y la situación “se volvió muy complicada”. Por el momento, trabajan en el control del perímetro un técnico, nueve agentes, 28 brigadas, nueve motobombas, dos palas, dos aviones y siete helicópteros.
Los vecinos se encontraban tranquilos. La pequeña parroquia de Pradoalbar es de las pocas próximas al terreno. Sus trece habitantes, y algunos residentes temporales que están de veraneo, prestan atención al humo que se alza sobre la cumbre. El pueblo huele a chamusquina y el zumbido de los aviones es constante, pero sus residentes no están demasiado preocupados: “Llegó al límite. Si el viento cambia de dirección, lo que más podría afectarnos es el humo”, dice Celso Domínguez, un vecino del núcleo. Recuerda también que acaban de limpiar el cortafuegos que los separa del parque. Además, cuenta que la tormenta, la misma que originó el incendio, estragó varios árboles y algunas plantaciones que utilizan para el autoconsumo.
Lo que sí los entristeció fue la pérdida de patrimonio natural: “Es muy triste que se queme O Invernadoiro porque hay una gran variedad de fauna y es un sitio muy preciado”, lamenta.
Fina Vázquez es natural de Vilariño. Vivió en la parroquia hasta los diez años y después se mudó a Barcelona. Cada año regresa a donde ya no quedan niños y donde su escuela, unitaria, está en ruinas. Allí, sobre el incendio, afirmó que cada día observaban el humo avanzar, pero cree que no les afectará “si no pasa la montaña”. Aunque antiguamente el ganado se llevaba hasta arriba, ya no se hace. Dice que sería un problema tener que evacuar a animales y personas “porque solo hay una salida posible”.
La localidad está provista de mangueras en todas las esquinas. Sin embargo, la alcaldesa dejó unos avisos anunciando que hay sequía y solicitando que no se hiciese mal uso del agua.
Otros pequeños focos
Además de los grandes incendios y los que están en plena evolución, los vecinos de Miomas (Carballiño) vivieron un susto al ver como un conato se acercaba a sus viviendas. Sin embargo, la rápida intervención de los bomberos de Carballiño y O Ribeiro con brigadistas evitó que el fuego se expandiese.
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