Detienen a cuatro personas por el secuestro y paliza a un joven en Ourense
La víctima sufrió golpes, amenazas con armas y fue obligada a entregar dinero tras acudir a un narcopiso
La llamada telefónica que recibieron los padres de E. el 30 de septiembre cuando disfrutaban de unas vacaciones en Canarias les congeló la sangre. La voz de una mujer les decía que su hijo estaba secuestrado. Acto seguido llegó la petición: 1.500 euros para evitar una paliza. Al otro lado del teléfono, escuchaban gritos de auxilio y ruidos que asemejaban golpes. Pasados unos minutos, volvió a sonar el móvil. Esta vez, una voz de hombre exigía 1.500 euros o “nos lo cargamos”.
Los progenitores no se arredaron y optaron por llamar a la Policía. A las pocas horas, comunicaban que el vástago ya estaba en su domicilio de Ribeira (A Coruña). Pero tuvo que ser ingresado en el Hospital Comarcal do Barbanza por las magulladuras y fracturas (nariz, pómulo y costillas). Había recibido una brutal paliza durante “unos 40 minutos o una hora”.
Este fue el punto de partida de una investigación de la Policía Nacional que llevó a la detención de cuatro personas -Remedios G.D. (del clan de los Vietnamitas), David V.G. -conocido como “Mario”, según la Policía- y su sobrino Isaac F.V. junto a Ángel V.V.- y una redada en un narcopiso de Covadonga, el lugar en el que, según la víctima del secuestro, acudió con un amigo para consumir. Juntos acudieron un día antes, el 29 de septiembre, tras abandonar voluntariamente el centro de desintoxicación Betel en Celanova.
Su amigo sabía de un lugar en Ourense donde se podía comprar y consumir estupefacientes: el bajo derecha del número 2 de la Plaza de Covadonga, un búnker sin ventanas y muchas medidas de seguridad, al que entró con 30 euros y salió apalizado. Según su denuncia, su acompañante trajo una bolsa con tres gramos de cocaína para cada uno. Él se quedó en el narcopiso hasta el día siguiente, aunque su “colega”, con la excusa de ir a por dinero para pagar, despareció y no volvió a coger el teléfono.
E. relató que los moradores, entre los que sitúa a Mario, le exigieron 1.500 euros por la deuda contraída en la compra de droga y le imputa una primera paliza. Aunque no fue el peor momento. Después vendrían las amenazas con un machete, unos alicates, un puñal y hasta una pistola. Asegura que le pidieron llamar a contactos de su agenda para reunir el dinero con una condición: “Cada llamada que hagas y no cojan, te arranco un diente y cada llamada que te digan que no, te corto un dedo hasta que te mueras”. Otra de las opciones era el monte, en donde le prenderían fuego. También relató que le quitaron las claves del banco mientras le pegaban una paliza en el baño. Ante esa tesitura, asegura que les ofreció el coche en propiedad que tenía en Ribeira porque “estaba aterrorizado”.
El viaje se realizó en un Porsche Cayenne y allí, tal como asegura la Policía, fue amenazado con una pistola. Acudieron al piso donde tenía las llaves, se las entregó y logró escapar en la calle. En ese viaje, asegura que iba “Mario”, su pareja Remedios, Isaac y otra mujer que figura como investigada, Alba, que no fue detenida, y Ángel. Este último ya había sido detenido el 12 de octubre por la Policía Local de Ourense por conducir el coche de la víctima, mal aparcado en una parada de autobús de la avenida de la Habana. El denunciante mantiene que estuvo retenido contra su voluntad en el narcopiso entre las dos de la mañana y la una del mediodía del día 30, cuando lo llevaron hasta Ribeira, en donde logró huir a las 16,15 horas.
La denuncia dio pie al registro policial del pasado jueves en el bajo de Covadonga, la vivienda de tres de los detenidos en A Manchica y el vehículo del desplazamiento, con la incautación de droga, una pistola, el machete y numerosos teléfonos móviles.
Pasaron ayer a disposición judicial por los delitos de detención ilegal, robo con violencia, tráfico de drogas, tenencia ilícita de armas y organización criminal. Los abogados Francisco José Pérez y Jaime Fernández confirmaron a este diario que la fiscal no pidió prisión porque “no hay riesgo de fuga, destrucción de pruebas o reiteración delictiva”. Según los letrados, el testimonio de la víctima no es fiable porque tenía las facultades intelectivas y volitivas mermadas por un consumo tóxico de drogas. Aunque quedaron en libertad, no podrán acercarse al perjudicado a menos de 300 metros y tendrán que comparecer en el juzgado cada 15 días.
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