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Galicia
Aliviado. Así se siente Abel Diéguez, el empresario gallego del sector de la madera por la sentencia que condena a penas de entre 6 y 12 años y medio a los ocho autores de su secuestro por retener a su víctima durante seis días de enero de 2014 en una pocilga de cerdos y en condiciones infrahumanas. Dos años y un mes después del calvario que Abel vivió, el empresario reitera en una entrevista ese sentimiento de alivio al saber que "esa gente, que no es buena gente, va a estar donde tiene que estar: en la cárcel".
Con su sentencia, la Audiencia de A Coruña ha puesto fin a una pesadilla que comenzó el 18 de enero de 2014 en Aranga (A Coruña) y continuó en Lalín (Pontevedra) tras un breve paso por la provincia de Lugo. Los secuestradores querían tomar represalias contra un hermano de la víctima por el supuesto impago de una deuda, pero por "error", según el juez, citaron a Abel para ofrecerle un negocio en una zona donde, al llegar en su coche, le encañonaron con un arma, le taparon cara y ojos, le amordazaron y le colocaron abrazaderas en pies y manos. Abel vivió seis días en condiciones infrahumanas hasta que la Guardia Civil le liberó.
Ayer, un día después de que se conociera el fallo judicial, los investigadores de ese secuestro comparten con Abel la satisfacción por la sentencia, como traslada el capitán Álvaro Montero, miembro del Grupo de Delitos contra las Personas de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. También para los investigadores es importante comprobar que cuando llevan a alguien ante la Justicia, ésta les condena, subraya el capitán.
Montero mantuvo continuo contacto con Abel durante los dos años que han transcurrido desde el secuestro hasta la sentencia, porque, como recalca el propio capitán, el trabajo de los investigadores de su grupo no acaba con la liberación de la víctima. Porque, según Montero, los lazos ya se estrechan desde el primer momento del caso, con una relación ininterrumpida con la familia del secuestrado, a la que además de asesorar, atienden para aliviar su sufrimiento.
ángeles de la guardia civil
Y precisamente esa relación que tanto los agentes de la UCO como los de la Policía Judicial de la Guardia Civil de A Coruña mantuvieron durante estos dos años con Abel y su familia, es, junto con la ayuda de sus padres y sus suegros, lo que le ha permitido superar los miedos y un bajo estado anímico. Fueron sus "ángeles" cuando le liberaron y lo siguieron siendo después. Por eso, Abel les está agradecido porque "nunca me han abandonado y siempre se han preocupado por mi" para que acabara, como ha acabado, este "mal sueño" y poder "retomar mi vida y continuar con lo que estaba haciendo".
Si algo satisface también a Abel de la sentencia es que ahora dejarán de llamarle "tonto" a la cara, como, según dice, tuvo que padecer estos dos años por parte de gente que se burló de su secuestro porque, según ellos, había estado retenido por "dos viejos", en referencia a los propietarios de la casa donde estuvo retenido y que han sido condenados "como cooperadores necesarios".
No es fácil olvidar una experiencia de ese tipo, pero Abel, según comentó en la entrevista, lo seguirá intentando. Por él, por su mujer y por sus dos hijos. n
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