Vigo se moja por la selección y celebra la Eurocopa

Como si del concierto del verano se tratase, el auditorio de Castrelos comenzó a poblarse de gente horas antes del inicio del partido para seguirlo a través de una pantalla gigante. Una de esas citas que superan al fútbol y al deporte, en las que los aficionados se multiplican. Además, en la Praza da Estrela estaba una sucursal con decenas y decenas de vigueses que acudieron a la llamada de la otra pantalla gigante que albergaba la ciudad. Y en cada casa, en cada cafetería, en cada bar, sucursales de ánimo.

Como es obvio, las banderas y las bufandas acompañaban los cánticos, que fueron in crescendo desde el comienzo. Hasta que llegó, pronto, la gran prueba de fuego para los seguidores: la lluvia que amenazaba -hubo hasta alerta amarilla pautada, pero eso no provocó la suspensión de las reuniones con pantalla gigante- apareció. Hubo quien desistió cuando empezaron las quejas porque los paraguas no permitían seguir el duelo pero la mayoría se quedó con fe en una celebración final que mereciese realmente la pena.

Con paciencia se vivió una primera parte y se esperó al arranque de la segunda parte para la primera explosión de alegría con el gol de Nico Williams. Entonces, no importaron las gotas de lluvia. Lo esperado estaba sucediendo y había que estar dispuesto a celebrarlo. Lo peor, de hecho, es que todavía quedaba mucho para el final. La amenazante noche en lo meteorológico se volvió también en lo deportivo cuando Palmer igualó la contienda. La posibilidad de una prórroga existía.

La lluvia no cesaba sin ser capaz de calar el ánimo, aunque sí de remojarlo. Hasta que apagó todas las humedades Oyarzabal con el gol de la victoria. Apenas unos minutos de paréntesis entre esa celebración y la del título. Fuegos artificiales, bocinas de los coches, cánticos, abrazos… Un poco de todo para festejar una noche histórica. Que no se diga que Vigo no se moja por la selección.