Los olímpicos vigueses regresaron a casa
Juegos Olímpicos
Ester Navarrete y Teri Portela llegaron a Peinador con niveles de emoción diferentes pero con la misma satisfacción
El reloj del aeropuerto de Peinador marcaba las 17:10 cuando la puerta de la terminal de llegadas se abrió. Tras un par de viajeros sorprendidos por el revuelo y las pancartas, Teri Portela surgió acompañada de su familia y con la máxima discreción. Como si fuera una anónima. Como si en París no acabase de alcanzar su séptima final olímpica en otras tantas ediciones de los Juegos, todas las que contempla el siglo XXI. Poco después emergió Ester Navarrete, recibida con una pancarta, muchos abrazos y todo el reconocimiento del mundo. Y con toneladas de emoción brotando de su pequeño cuerpo. Dos vueltas a casa diferentes. Dos regresos al hogar iguales. A la primeriza maratoniana viguesa aún le duraba la adrenalina de su carrera del domingo. Se acabará. Pero el orgullo de ser olímpica es para siempre. La legendaria palista de Aldán, mucho más serena tras 24 años de experiencia, pero con la misma satisfacción que en las otras seis primeras veces.
“Son siete Juegos, siete finales, seis diplomas y una medalla. Si hago balance, solo el hecho poder estar aquí hoy -por ayer- ya es una victoria. Me siento ganadora”, proclamaba Portela. A escasos metros, Navarrete se bañaba en el cariño de sus familiares. “¡Ya soy olímpica!", exclamaba a modo de saludo: “Es que me emociono cada vez que lo digo”. No miente Ester. Su rostro era el reflejo de la felicidad. Exultante. “Los sentimientos están a flor de piel. Voy a tope de sensibilidad”, bromea la olívica, que concluyó el maratón dominical en el puesto 42. “Estaba un poco disgustada”, confiesa. “Pero duró poco. Ahora me siento contenta porque hice mi sueño realidad”, añade.
La atleta viguesa alcanzó el cielo del deporte con 34 años. Atrás quedaron incontables esfuerzos, distintas penurias y tentaciones de tirar la toalla. Más recientemente, la maternidad, la excedencia en su trabajo de enfermera y el cambio desde el 5.000 y el 10.000 a la maratón. “Qué bien que me convencieron”, insistía, en una frase ya dicha antes de volar a París, ahora multiplicada por infinito. “Me duelen hasta las pestañas, pero ya tengo ganas de otra maratón. Esta semana decidiremos cuál”, desvela, incluyendo a su entrenador, Manolo Vigo, en esa primera persona del plural.
Entre ambas hay diferencias, empezando por sus deportes y por los tipos de esfuerzo -muy prolongado el de Ester, muy explosivo el de Teresa-. Pero también grandes similitudes. La principal, que ambas han sido olímpicas tras la maternidad. Ejemplares. En el caso de la canguesa, dentro de una trayectoria sin igual en el deporte gallego. “Valoro mucho estar en mis séptimos Juegos”, destacaba. Pero cuando tienes más medallas que una beata, se acaba notando el colmillo competitivo teniendo muy claro que un sexto puesto y otro diploma para la colección es un gran resultado. “En la final aspirábamos a un poquito más porque en la eliminatoria nos encontramos muy bien, con el tercer mejor tiempo. Pero no llegamos a sentirnos muy bien en cuanto a ritmo”, explicó la de Aldán. “A veces sale y a veces no, pero estoy feliz porque un diploma está muy bien”, remarcó.
Portela forma parte de algo tan grande como ella. Y es que el piragüismo se convirtió en París en el deporte con más medallas del olimpismo español. A Peinador llegaron también su compañera en el K4 Carolina García y la canoísta Antía Jácome, ambas pontevedresas. “Estoy orgullosa de este equipo tan completo, con aspiraciones en todas las modalidades. El piragüismo pasa por su mejor momento y estoy feliz de ser parte de ese grupo”, destacó Teresa.
Desde su experiencia, Teresa vivió en primera persona el carrusel de sensaciones de sus tres compañeras, todas debutantes. El mismo que sintió -y siente- Ester Navarrete. “Lo llevaron con muchísima ilusión desde el primer día. Es bonito vivirlo a través de ellas”, confesaba Portela, encantada de volver a vivir unos Juegos con público. “El ambiente fue increíble en la pista, con 25.000 personas animando todos los días”, subraya.
Ese patrón de altísima afluencia fue común a todos los deportes. También a la maratón. “Me sentí tan arropada”, recuerda Navarrete. “Los 10 últimos kilómetros fueron inolvidables porque había muchísima gente, que me llevó en volandas”, añade. Fue el final feliz a una carrera que no siempre tuvo visos de tan alegre desenlace. Ester tuvo problemas estomacales en la primera mitad de la prueba, que terminaron en vómitos. “Casi me paré para echarlo todo”, reconoce. “Tenía miedo de hacer una locura y que no pudiera terminar porque estaba exponiendo mi cuerpo. Pero también me estaba controlando, sabía que podía hacerlo y me convencí de ello”, explica. Menos mal. “Hubo un momento en el que pensé en retirarme” , desvela. “Pero no quería. Me dije, 'vamos a ver cómo voy, aunque sea caminando' y poquito a poco me fui encontrando mejor”, comenta Ester.
Dicho y hecho. Poco a poco, Navarrete mejoró y las sensaciones volvieron en el kilómetro 25. “Ahí empecé a disfrutar. Hasta de las duras cuestas. Es una ciudad maravillosa”, resume la maratoniana, que quiere más. Mismo caso que el de Teresa Portela. A sus 42 años, no quiere oir hablar del retiro. “Me siento genial”, expresa la canguesa. “Me apasiona el piragüismo, pero también es mi trabajo. Siempre quiero mejorar y ser competitiva”, resume, al tiempo que informa de su necesidad de “unas vacaciones” para descansar. “Luego, me sentaré con mi entrenador y buscaremos un objetivo a corto plazo. Mi idea es seguir, claro que sí”, advierte Teri, que agigantaría todavía más su leyenda si llega a Los Ángeles 2028. Sería la ilusión de ocho primeras veces. La misma que la del estreno olímpico de Ester Navarrete. El caso es que ambas estuvieron en el cielo del deporte.
Teresa Portela: “No podemos normalizar lo de Cangas porque es algo alucinante”
Teresa Portela siempre lleva en la boca a Aldán. Por todo el mundo. Su leyenda individual está incrustada dentro del increíble potencial olímpico de Cangas. Con 26.000 habitantes, el municipio cuenta con doce medallas en toda su historia. A una por cada 2.160 vecinos. Hay países enteros que son incapaces de presumir de semejante cosecha. “Es que no podemos normalizar que esto ocurra porque es alucinante que un concello como Cangas tenga una docena de medallas olímpicas”, reivindica Portela, que esta vez no pudo colaborar a agrandar el palmarés de su pueblo como sí hizo con la plata en el K1 200 de Tokio 2020. De París 2024, el municipio se adjudica las preseas de sus dos Rodrigos: Corrales, bronce en balonmano; y Germade, misma chapa en el K4 500. Ambos también tocaron metal hace tres años -el mismo para el portero y una plata para el palista-, igual que Iván Villar, subcampeón con la selección de fútbol. A esa media docena hay que añadir las cinco de David Cal y otra más de Carlos Pérez ‘Perucho’.
Cuando repara en ello, Portela no sale de su asombro. “Es algo para admirar”, subraya. Pero, con mirada larga, la palista de Aldán encuentra el principal motivo de alegría, que debe ser aprovechado. “Es muy positivo de cara al entorno y, sobre todo, para que los niños hagan deporte y vean que con trabajo pueden conseguirlo. Al final, nosotros también salimos de ahí”, concluye.
Ester Navarrete: “Madre mía, lo logré por mí, pero también gracias a ellos”
Un grupo de amigos y familiares recibió ayer a Ester Navarrete en Peinador pancarta en mano. La emoción se disparó cuando la maratoniana viguesa puso un pie en el exterior de la terminal y los abrazos se encadenaron como si fueran las zancadas de una carrera. Pero lejos de desgastar, reconfortaban. Mucho. Luego vinieron los comentarios y las fotos. Ya estaba en casa.
Al final, lo más importante en la vida -incluso más que ser olímpica-, son las personas. Por eso, el ajetreo de los últimos tiempos de Navarrete le supone una anécdota en comparación con otras cosas mucho más duras que el deporte. “Echo la vista 20 años atrás y digo, ¡puf!”, acierta a apuntar Ester, con la emoción anudando su garganta y un espisodio delicado de salud felizmente superado en su memoria. “Hay gente aquí que ha vivido muy de cerca cosas muy fuertes que me han pasado”, resume la viguesa, en un balance vital lleno de agradecimiento.
“En aquellos momentos había muchos que no daban un duro por mí”, recuerda la olímpica viguesa, feliz de que su nombre se vaya a inscribir en el monumento de Rosalía de Castro y en las pistas de Balaídos. No llegó sola hasta el cielo del deporte. Porque el triunfo individual siempre esconde detrás un apoyo colectivo. Por eso, cuando cruzó la meta de la explanada de los Inválidos, pensó en mucha gente. “En ese momento se te vienen muchas personas a la mente y piensas 'madre mía, lo que he logrado gracias a mí pero también gracias a ellos”, remató con alegre emoción.
Antía Jácome: “Teresa Portela es un ejemplo de todo”
Junto a Ester Navarrete y Teresa Portela llegaron también al aeropuerto de Peinador ayer las pontevedresas Carolina García y Antía Jácome. La canoísta, que iba a sus segundos Juegos con clara aspiración de medalla, tanto en el C2 500 con María Corbera como, sobre todo, en el C1 200, regresa con dos diplomas merced a un sexto y un cuarto puesto. “Estoy contenta, aunque me hubiese gustado subierme al podio, pero todas vamos con ese objetivo a los Juegos Olímpicos. Eran los segundos pero por suerte aún soy joven y creo que tendré más oportunidades de colgarme una medalla”, declaró.
“Con esfuerzo, trabajo y dedicación se puede conseguir y si no que se lo digan a Teresa Portela. Es un orgullo compartir momentos con ella porque es un claro ejemplo de todo esto”, explicó la lerezana en relación a la canguesa.
Jácome reconoció que “las tres chicas que me ganaron se lo merecieron más” y se mostró con “muchísimas ganas de los siguientes Juegos", en Los Ángeles.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Fútbol | Copa del Rey
El Ourense CF perdió contra el Athletic y el Getafe también cae
fútbol | Copa del Rey
El Deportivo se mete en octavos tras batir al Mallorca
Lo último