Maestra Muguruza

Cuando Anett Kontaveit dejó en la red el último revés del partido, toda la serenidad que devolvió a Garbiñe Muguruza a la élite del tenis mundial se revolcó por el suelo junto a ella. Ya no hacía falta ser comedida. No era necesario controlar las emociones. Las manos en la cara, las lágrimas en los ojos, la alegría saliendo por los poros. Solo sentir, vivir, disfrutar. La caraqueña acababa de hacer historia en la localidad mexicana de Guadalajara. Derrotó a la estonia por 6-3 y 7-5 y se convirtió en la primera española que conquista una Copa de Maestras.

Muguruza había cruzado una frontera que ni Arantxa Sánchez-Vicario ni su entrenadora, Conchita Martínez, habían alcanzado. La oscense está esculpiendo una leyenda como entrenadora a la altura -como mínimo- de lo que logró como jugadora. Mucha parte del regreso triunfal de Garbiñe es suya.

“El equipo también lo ha pasado muy mal. Ha estado sufriendo. Y Conchita me ha tenido que aguantar en las burbujas”, apuntaba la Maestra en el discurso tras recoger el trofeo en un reconocimiento a su entrenadora.

Allí mismo reconoció ser una Garbiñe más madura, más serena, más alejada de los altibajos que han comandado su carrera. Más allá de no conquistar ningún Grand Slam, este ha sido su mejor año. Y en el momento de la verdad, lo demostró. No dio opciones a Kontaveit con un tenis tan potente como de costumbre, al que además ha añadido más registros. Un globo defensivo espectacular con el que dejó plantada a la báltica en la red es el mejor ejemplo de esta evolución. De bombardera a jugadora completa. A jugadora mejor.

Esta victoria permite a Muguruza cerrar el año en la tercera posición del ránking mundial. Dos puestos asciende Garbiñe, que solo tiene por delante a la bielorrusa Aryna Sabalenka y a la australiana y ausente en el Masters Ashleigh Barty. Paula Badosa es octava.