La céltica Alice Finot, el orgullo de Francia y de Galicia

Cuando creas que algo es imposible, llama a Alice Finot. Porque la ponteareana francesa hizo ayer un imposible y se quedó a tres segundos y medio de un milagro. No subirá a los altares, ni falta que le hace. Su actuación anoche en la final de los 3.000 metros obstáculos, en un Stade de France que la coreó, fue divina. Cuarta plaza, con récord de Europa al bajar de 9 minutos por primera vez en su vida. Si alguien busca algo que tatuarse, el 8:58.67 es una idea genial.

Porque en Francia descubrieron a Alice cuando empezó a asombrar. Pero es que aquí la descubrimos antes. Cuando su magnífico correr -erguido, lleno de fuerza, patilargo- pateaba las carreras en ruta de la zona y la pista de Balaídos. Cuando Manu Ageitos se enamoró de su zancada y la imaginó saltando obstáculos en los 3.000 metros, prueba estajanovista. Porque todo ese potencial lo conduce un cerebro privilegiado, de ingeniera. Aquel empeño antes y después de Tokio, cita perdida por una lesión, de centrarse en ser lo mejor posible sobre el tartán se coronó ayer como una de las ideas más brillantes del presente siglo atlético.

El análisis previo, tan burdo como sencillo, parecía cumplirse a rajatabla en la carrera suicida de ayer en París. Porque las africanas tomaron el mando, con la keniata Beatrice Chepkoech delante. Y fueron marcando parciales de locura: 2.55:1 el primer 1.000 y 5:57.6 el segundo, este ya con la ugandesa Peruth Chemutai primera. Por debajo de tres minutos, como si no hubiese obstáculos. El resultado: las siete africanas por delante y, descolgadas de ellas, las ocho restantes, comandadas por una Alice impertérrita. El reloj le marcaba el ritmo, no las rivales.

Incluso en el arranque del último 400 todo parecía decidido. Cuando la bahreiní Winfred Yavi, Chemutai y la keniata Faith Cherotich alargaron la zancada y les hicieron pagar a las que habían aguantando ese ritmo tal osadía. Lo pagaron porque como un ciclón venía por detrás Alice. Arrebatada, casi ni se paró un segundo en la última ría. Apuró, pese a que la medalla se había escapado. No se escapó la cuarta plaza, el récord de Europa -el anterior, de Gulnara Samitova-Galkina en Seúl 88, 8:58.81- y la gloria de haber hecho un imposible. ¿Alquién más ha rozado un milagro?

“Al 2.000, desconecté el cerebro”

Tras la final, más que contenta, Alice Finot apuntó que “hice la carrera de mis sueños y logré hacerla realidad esta noche. Corrí una carrera a mi imagen. Tenía escrito en mi mano: haz tu parte. Era para no perderse, no vibrar demasiado con el público, no quedar atrapada por las chicas de delante. Sólo quería hacer la carrera que me conviene, sacar mi mejor versión”. Y no se arrepiente de haber sido cuarta. “No me arrepiento. Batí el récord europeo, lo que realmente significa mucho. Siempre supe que podía soñar en grande, hacer cosas que eran un poco atípicas en mi disciplina y aquí estoy, lo logré y todavía quiero más”, advierte.

Sobre la carrera, explicó que “mi primer kilómetro fue muy rápido, el segundo mucho menos. Pero sabía que las chicas lo pagarían después. Bueno, no las tres primeras. Es lo que todavía me falta, ese segundo kilómetro. Tendremos que hacer otras carreras en las que pueda pasar los 2.000 metros en seis minutos. Me va a doler y tendré que ver cuánto tiempo puedo aguantar. Todavía tengo cosas que hacer, eso es lo bueno. Estoy orgullosa de plasmar todo el trabajo realizado el día D, delante de mis seres queridos, de mis amigos, en el marco de los Juegos". Y dio más claves: “Había tres peajes que pasar: los 1.000, los 1.500 y los 2.000. Y a partir de ahí, apagué el cerebro y solté a los caballos. En ese momento me reconecté con el público. Dejo que me lleven, me lleven. No estoy segura de volver a experimentarlo, así que estoy feliz de haberlo disfrutado al 200%”.