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Por unas felices fiestas
Ricardo Ramilo, piloto vigués que disputó el Dakar
Ricardo Ramilo (Vigo, 59 años) acaba de regesar esta misma semana de su segundo Dakar, en el que aguantó en competición hasta la última semana. Pese a que partió con la idea de llegar a la meta de la última etapa, admite que no está "preparado” para terminar porque “me gusta correr”.
Al borde de los 60 años, ¿cómo saca ganas para ir al desierto?
Corrí toda la vida en moto. Es muy duro física y mentalmente. Como para la moto estoy un poco mayor, ahora voy con el buggie, que me resulta mucho más cómodo. Eso sí, no me canso, puedo aguantar las etapas. Me preparo bien. Hago todos los días una hora de deporte y también voy al fisio. Además, sábado y domingo, afronto sesiones de tres horas. El año que viene volveré al Dakar, ya hablé con gente de allí y me estoy organizando.
¿Tras dos intentos fallidos, qué necesita para terminar un Dakar?
Todo el mundo dice: voy a intentar terminar. Y yo también lo digo, pero no sé cómo explicarlo. Realmente, no estoy preparado para terminar un Dakar porque soy corredor. Llevo toda la vida compitiendo contra el crono y, salir a una carrera y no correr no lo asimilo todavía. Voy allí a pelear contra el tiempo y los demás para hacer una buena marca en la etapa, unos buenos parciales y un buen sector. Eso complica mucho terminar. De hecho, también se vio en los pilotos profesionales, como Carlos Sainz o Peterhansel. Es muy complicado buscar una buena clasificación y terminar. A ellos les cuesta y tienen equipos con mochileros y asistencia propia. A un privado como yo, que va sin mochilero y con camión compartido, la asistencia le aparece cuando puede. En la segunda etapa, ya quedé fuera de carrera porque el camión tardó tres horas en llegar para darme una rueda después de pinchar tres. Pero Loeb pinchó cinco. A mí me gusta intentar ganar una etapa o hacer un podio. O, como en la primera etapa, que marqué el mejor tiempo en el sector inicial (180 kilómetros) sin pensarlo. Es lo que me mueve y me gusta. No estoy preparado para terminar.
Esta edición coincidió además con una fecha importante para usted a nivel deportivo.
Sí, porque hace 30 años conseguimos el primer podio internacional de motociclismo para Galicia. Fue en Donington Park, en Inglaterra (1992). La verdad es que me haría ilusión ganar también una etapa del Dakar o del Mundial, porque ahora el Dakar también está en el Campeonato del Mundo. Tres décadas después, quiero repetir en coches lo que logré en su momento en motos. Ganar un sector de muchos kilómetros, como hice este año, está muy bien, con lo que puede hacerse lo de la etapa. E igual soy el primero que lo hace para Galicia, no lo sé.
Al final, se sienta delante del volante y, a tope.
A fondo. Me da vergüenza decirlo porque los pilotos más experimentados valoran el acabar. Pero me parece que no lo piensan tanto porque, si eres piloto, lo que te mueve es correr y ganar a los demás. Lo que pasa es que queda bien decir que vas a terminar. Aunque, en mi caso y en el de muchos, no es real. Igual dentro de diez años, con setenta, estoy preparado. Si el próximo año, en lugar de un sector, gano una etapa y me retiró en la siguiente, sería el piloto más feliz del mundo.
¿Uno es consciente del riesgo que asume en un Dakar? Carlos Sainz comunicó esta semana que tenía dos vértebras fracturadas. Es muy peligroso, pero para esto nos preparamos. Por eso entreno todos los días y también tengo un libro de psicología deportiva que lo uso desde hace tres décadas. Por suerte, llevo dos años corriendo el Dakar y la Copa del Mundo y todavía no visité un hospital. Este año, pisé un hierba de camello y dimos vueltas durante 100 metros. Por suerte, vas bien atado y el chasis es especial, con mucha protección. Estás dentro que parece que vas en una hormigonera, pero esperas a que pare, sale el copiloto -que siempre le pregunto cómo está y le digo que salga antes- y, después, bajo yo. Y, partir de ahí, es una rutina: recoger piezas, ver el agua, esperar a que el aceite baje… Hay riesgo, pero creo que es controlado.
Usted roza el 1,90 de altura, ¿cómo se metió en el buggie?
Voy comprimido. La primera vez que me subí a uno fue en Barcelona, cuando surgió la opción de poder ir al Dakar. Entré en uno y no cabía. Después, modificaron el asiento y el depósito, que va detrás del asiento. A día de hoy, son diferentes estos depósitos y hay más margen para el asiento. Aún así, voy al límite, con el asiento rozando el depósito. Y estás allí ocho o diez horas.
Este año fue al Dakar con su escudería y desea seguir por ahí.
Sí, sí. Mi ilusión, como cuando corría en moto, es tener mi equipo propio. Ya tengo la escudería, dispongo de seis buggies y bastante gente para todas las funciones. También tengo un camión, varios remolques… Voy montando la estructura para, en el futuro, alquilar estos coches que tengo. Uso para correr uno y utilizo dos para entrenar. El resto, tengo esa idea de alquilarlos. Ya pude alquilar dos este último año y es una forma de financiar a la escudería. Es mi objetivo.
Al final, un Dakar cuesta mucho dinero. En su caso, a sus empresas, que son las que lo patrocinan.
Es un evento muy caro y, después, compito en la Copa del Mundo, que ya la cubrí en 2022 y este año vuelvo a ella. Tengo que intentar resolverlos sin que afecte a la economía de las empresas. Mi plan es que Rodamoto no tenga que pagar las carreras. Estoy buscando recursos alternativos y formar un equipo profesional con spónsors privados, así como hacer actividades que generen ingresos a la escudería para autosostenerse. Hoy en día, entre Pirata Park, la propia Rodamoto, la cocina industrial Sinsartén y los patrocinadores de componentes, que colaboran con nosotros, vamos cubriendo el Dakar. Espero, con el tiempo, que el equipo se autosostenga.
¿Le da tiempo a disfrutar del paisaje del desierto?
Cuando tienes avería y no puedes correr, sí. Ese día ves el paisaje del desierto. Pero, cuando corres, no. Haces esos 800 kilómetros, la mitad cronometrados, y tienes que ir concentrado. Ves lo que está delante para evitar darte un leñazo.
Justo este año, vinieron dos días de lluvia.
Es un caos. Sobre todo para las motos y los quads. Ahí no suele llover y menos en la zona donde estábamos. Tuvieron que supender para ellos, pero los coches salieron en todas las etapas. Y yo, en las que pude.
¿Cómo nació la idea de patrocinar a Judith Rodríguez?
Idea de esgrima no tenía. Es una historia bonita porque compartimos fisio, que es Suso Santomé. Ya ayudo a otros deportistas y, en este caso, compartíamos los dos a Suso. Un día me planteó si la podía ayudar para hacer la Copa del Mundo y el Europeo porque tenía que sumar puntos para poder ir a los Juegos de París. Y, como en su día llevé la antorcha olímpica, me hizo ilusión. Estamos ayudando para que pueda cumplir su ilusión y, también, para intentar traer una medalla olímpica para Vigo y Galicia.
¿Cómo surgió llevar la antorcha?
Barcelona 92 coincidió con mi mejor año en moto. Iba tercero en el Europeo de Supersport y conseguí el podio en Inglaterra. La Federación, como premio, me ofreció la opción de llevar la antorcha olímpica y, por supuesto, me hizo mucha ilusión. Durante un tiempo la tuve perdida y el año del covid la encontré en la nave vieja, dentro de una bolsa. El año resultó muy bueno.
Corrió en moto y terminó con una empresa de neumáticos para moto.
Fue todo un poco de la mano. Corría en Supersport, que sigue existiendo, y es una categoría en la que hay que competir con neumáticos con dibujo, como los de la calle. Empecé vendiendo los neumáticos usados para financiarme. Hasta el año 2000 vendía usados y, a partir de ahí, comencé a vender nuevos por Internet. Y nos convertimos en un distribuidor internacional de neumáticos. A día de hoy, somos líderes.
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