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Esta crónica debería hablar del Landismo, de la resurrección eterna y nunca completada de Egan Bernal, de la pelea en Oia, de la búsqueda de la gloria en la clasificación general de un portugués de Caldas da Rainha y un danés nacido en Hillerslev. Sí, pueden buscar el pueblo en el mapa.
Debería hablar de todo esto, solo cosas frugales de bicicletas y ciclistas. Pero la vida no es lo que se desea, ni lo que se quiere. Muchas veces hay que narrar lo que sucede, como en esta ocasión. Y pasa por la neutralización de la etapa de la Vuelta a España que debería terminar en el alto del mosense Castro de Herville y lo hizo a ocho kilómetros de la llegada. En la base de la subida, en un camino vecinal de la parroquia de Pereiras, que era el primero de los varios que se tenían que enlazar para llegar a la meta.
La etapa terminó allí porque unos kilómetros más arriba, en la rotonda del alto de San Cosme, el lugar por el que había que pasar sí o sí, se juntó el gentío bandera de Palestina en mano. En ese punto, se produjeron las protestas con un millar de personas en la glorieta. Hubo manifestantes en muchos otros lugares de la etapa, pero la concentración en aquellos metros cuadrados resultó notable. Definitiva para la organización.
Aproximadamente unos 1.000 concentrados acudieron al lugar. Un grupo de ellos intentó hacer una sentada en la carretera, mientras la policía lo sacaba poco después. Se hizo un pasillo y por él iban pasando los cicloturistas, pero la situación parecía límite. Un coche de la organización deshizo los últimos dos kilómetros pitando casi en cada metro para personarse en el lugar. Había que tomar una decisión y se decidió no pasar por allí porque se entendía que los corredores podían estar en peligro. Es un punto para transitar a una velocidad reducida, tras una cuesta del 7%, pero el pasillo policial, flanqueado por decenas de banderas, no parecía seguro y así lo decretaron los responsables de la prueba.
Había riesgo de invasión de la carretera al circular los ciclistas y se entendió que no podían pasar por allí entre los cánticos de “Israel xenocida”, “Palestina vencerá” o “Cómplices”, en relación a la organización de la Vuelta o demás equipos que, a entender de los manifestantes, protegen la presencia del equipo Israel Premier Tech en la ronda española.
La concentración, al igual que las que se vienen produciendo en las jornadas precedentes, protesta por la presencia del equipo del país hebreo en la ronda española y pide su marcha. El equipo quitó el nombre de prendas deportivas y del parque de vehículos, pero se mantiene en competición con su denominación y su nacionalidad y bajo el amparo de la UCI, que esta semana validó su presencia. Una posición distinta a la tomada en marzo de 2022, cuando, sin tiempo a cambiar de patrocinador, decidió retirar la licencia al ruso Gazprom-Rusvelo con motivo de la invasión rusa a Ucrania.
Lo cierto es que, bajo esta inamovible realidad, los manifestantes acuden cada día a las etapas de la Vuelta a España y lo hicieron ayer en muchos de los puntos de la prueba. Los hubo en Arcade, en Ponteareas, en Gondomar, en A Ramallosa, en el alto de Prado o en el alto da Groba, donde los ciclistas pasaron bajo un arco de banderas de Palestina, que casi tapaban al patrocinador de la montaña. Todos estos puntos sin el menor incidente que resaltar salvo el corte de un árbol en Morgadáns, que cayó a la carretera y se sacó sin influir a la prueba. El autor se desconoce.
La gran concentración llegó a poco más de dos kilómetros de meta y en el punto que, quizás, era al más vulnerable porque San Cosme es un cruce de caminos y por allí tenían que pasar todos. Los ciclistas, pero también organizadores. Y era el lugar del estacionamiento de los autobuses. Los responsables de la prueba deportiva señalaron la cifra de concentrados en un millar, aunque quizá no había tantos. Lo cierto es que dejarse ver e, incluso, intentar cortar una carrera es sencillo porque el ciclismo tiene como principal aspecto pasar al lado del espectador en espacios abiertos. Es parte de su grandeza y conlleva sus riesgos. Parece complicado garantizar la seguridad de deportistas en medio de un pasillo humano y los organizadores optaron por evitar cualquier riesgo, pese a que la presencia policial era notable ayer.
Antes del desenlace acortado, se vivió una buena etapa. Una jornada de lucha por la victoria parcial y que también estaba gestando pelea por la general. La primera tuvo como protagonismo el Landismo. Si no sabe lo que es, es que pocas carreras con bicicletas siguió. Mikel Landa se metió en la fuga y atacó bien, por sorpresa, en los últimos kilómetros del alto da Groba para romper la numerosa fuga del día. Lo alcanzó Egan Bernal, ganador del Tour de Francia antes de truncar la evolución de su carrera contra un autobús.
Los acompañaron otros corredores de menor nombre y menos tirón entre el aficionado. Marc Soler, del UAE, y probablemente el más fuerte de la fuga, estaba despistado y se perdió el corte. En Tebra casi recupera la distancia perdida, pero explotó en los últimos metros.
Casi como una buena película, en el alto de Prado, lugar que el ciclismo de la Vuelta debería convertir en recurrente por sus rampas imposibles y notable belleza, se redujo el grupo y, cuando en el pinganillo se anunciaba que la meta sería a ocho kilómetros de la llegada, eran Bernal y Landa los únicos que podían optar a la victoria. Sí, el Landismo mantiene sus constantes. Ganó Bernal porque el vasco sólo levanta los brazos si es en solitario. La leyenda cuenta que ganó un sprint, se desconoce la fecha y la categoría.
En la lucha por la victoria hubo Landismo con lógica: ganó el acompañante de Mikel Landa
Por detrás, las ganas de atacar las debería tener el UAE de Almeida, que disponía de un verdadero gentío para apoyarlo. Medio Portugal parecía estar en el área de Vigo y no era para ir a Samil ni comprar en unos grandes almacenes. No obstante, el ritmo lo puso el Bora para Hindley, que quiere asaltar el podio de Pidcock. Y en la base de Herville, al cruzar a la derecha hacia Pereiras, el grupo de los ‘gallos’ quedaba en doce ciclistas porque se había hecho mucho daño. Se preveía una batalla dura, quizás con diferencias, entre los muchos aficionados, con bandera portuguesa, de Palestina, o sin ella que esperaban a los corredores.
Había rampas —con banderas de Palestina pintadas en el asfalto que fueron borradas por operarios públicos— entre Pereiras y Cela para ver un hermoso espectáculo, para contar una epopeya épica de remontada o de sentencia de la Vuelta. Había elementos que invitaban a que eso podría suceder, como se puede considerar que pasó la resurrección de Egan Bernal.
Quizás hubiera pasado, nadie lo sabe, aunque los precedentes indican que las mayores probabilidades es que los dos primeros de la general llegasen juntos, como el pasado fin de semana en los duros Angliru o la Farrapona. Son elucubraciones, teorías, pensamientos, opciones, que se quedaron en la posibilidad.
No hubo gesta que contar, batalla que glorificar, ataque que describir, demarraje que exagerar.
Los seguidores a pie de cuneta se quedaron sin ánimos que dar bajo la lluvia y los de la televisión se perdieron los últimos ocho kilómetros de una jornada que estaba siendo buena e iba a ser mejor.
Pensar en todo ello puede enfadar a un simple plumilla, aficionado y cicloturista globero que hace un par de semanas hizo el mismo final de etapa previsto para ayer. Unos minutos después, observa la cifra de 60.000 muertos, la hambruna, la desnutrición, los tiroteos a niños y el enfado, poco a poco, pasa.
La etapa debería haber terminado en Herville. Poco beneficio hay en la neutralización. Eso sí, aunque no se haya completado, dormí tranquilo y hoy comeré caliente. Otros, no.
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