Cuarenta años como maestro

TOKIO 2020-21

Arturo Abruñedo introdujo en el remo a cinco generaciones de olímpicos, desde los 80 hasta la actualidad

Publicado: 07 jun 2021 - 03:37 Actualizado: 07 jun 2021 - 21:55

Arturo Abruñedo fue técnico de los olímpicos Zunzunegui y Jesús González y coincidió en la selección con Caetano Horta, que irá a Tokio.
Arturo Abruñedo fue técnico de los olímpicos Zunzunegui y Jesús González y coincidió en la selección con Caetano Horta, que irá a Tokio.

Maestro de remeros y toda una vida en la segunda línea porque "los protagonistas son ellos. Son de los que hay que hablar", asegura Arturo Abruñedo desde su casa a los 68 años. Está jubilado, pero no parado porque el remo es gran parte de su vida y "en verano estaré concentrado con la selección española juvenil. Somos un grupo de cuatro técnicos que nos complementamos bien", admite el veterano preparador.

Y lleva metido en la zodiac desde los veinte años cuando "en el Náutico de Vigo quedaron sin entrenar y empecé yo a preparar las sesiones. Desde aquella hasta hoy. Y todavía sigo aprendiendo", resume. Y por sus manos pasaron cinco generaciones de deportistas olímpicos en Vigo y el área metropolitana. "El primero que comenzó conmigo fue José Manuel Bermúdez, que después se trasladó a Banyoles". El vigués estaría en cuatro Juegos Olímpicos y comenzó a las órdenes de Arturo Abruñedo, a pesar de tener sólo cinco menos años que su técnico. Además fue su primer discípulo porque después se pasó a entrenador. Pero hubo muchos más como Jesús González Guisande –ya fallecido–, Baltasar Márquez (Seúl 1988), Juan Zunzunegui y Jesús González (Atenas 2004) y, recientemente, Rodrigo Conde y Caetano Horta. "Y seguro que me olvido alguno. A Conde lo descubrieron en Tirán. Me lo presentaron porque tenía un buen nivel y, en cuanto estuve dos días entrenando con él, ya vi su potencial. Y consiguió el billete para los Juegos de Tokio, pero lo tuvo que dejar por el tema del peso", relata Abruñedo. Y, precisamente, la plaza en Japón será para el noiés Caetano Horta, que "es una gran promesa del remo. Para la gente ajena a este deporte fue una sorpresa, pero para los que estamos dentro no es nada nuevo. Es un auténtico valor del remo. Entrena en Pontevedra y tiene todo lo bueno. Para el peso ligero está muy bien, da unas cifras muy buenas tanto a nivel antropométrico como de remoergómetro. Conmigo coincidió en la selección española de base".

Y es que Abruñedo admite que "cuando un remero que empieza contigo llega a los Juegos es una gran satisfacción". Eso sí, también matiza que "es nuestro trabajo y lo ves venir. Rodrigo Conde comenzó en el club de remo de Tirán, me lo presentaron allí y, cuando lo vi, ya dije: "Este remero apunta". Pero de esos salen pocos. Aunque después te desligas de ellos porque entran en la selección española, estás cerca y mantienes contacto. Creo que me tienen cariño por el trato que les doy cuando comienzan".

Esta es la base, pero después hay muchos matices y tienen que darse todos. El entorno tiene que ser el adecuado y también "inculcarle unos buenos valores para que los remeros puedan aguantar. A la élite llegan los buenos, pero tienen que serlo en todo. No sólo físicamente, hay que tener un carácter adecuado". Eso sí, la capacidad física es única e innegociable porque "sin motor no vas a nigún sitio. Puedes hacer una gran preparación del deportista, pero si no hay talento, no va a andar. Eso es algo que tiene que existir".

El vigués lleva toda una vida como técnico y gran parte de su trayectoria en la Náutico de Vigo hasta que "la crisis lo cambió todo". Allí pudo formar remeros de nivel olímpico porque "teníamos buen material y calendario. Nos apoyaban y eso es clave. Siempre tuvo buenos medios". Y Abruñedo también presenta una notable capacidad de adaptación porque "ahora hay test de lactato, medidores de potencia, información en Internet... Hace treinta años estaba suscrito a una revista de preparación física. Tenía una francesa y otra, "Estadio", de Argentina que tardaba seis meses en llegar. También copiamos mucho de entrenamientos de atletismo porque había mucha más información. Iba a una librería especializada en deportes de Madrid y compraba ahí libros", relata el preparador. Una forma de trabajar casi artesanal que contrasta con el presente, en el que "todo está informatizado. Hay muchísimos datos para el que desea aprender, pero la experiencia sigue siendo necesaria", asegura Abruñedo.

En la selección juvenil comparte grupo con otros tres técnicos más jóvenes y él trata de aportar "la experiencia en el agua. Sigue siendo necesaria". Y, además, reconoce que continúo "aprendiendo de ellos y de los remeros. No puedes endiosarte y quedarte en un pedestal porque estás muerto. Debes evolucionar y aprender de todo el mundo".

A pesar de comenzar con un numeroso grupo de remeros olímpicos y de trabajar con la Federación, nunca tuvo la opción de ir a unos Juegos y vivirlos al borde del agua. "A Seúl iba a ir, pero ese año me escogieron como jefe de estudios en el centro escolar en el que era profesor y no pude. Tenía que pedir la excedencia y no lo hice porque como técnico no ganaba nada", asume el entrenador vigués. Todo un maestro de remeros olímpicos durante más de cuarenta años.

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