La cesión como fórmula invernal

La relación del Celta con las cesiones ha pasado por etapas, marcadas en buena medida por la disponibilidad monetaria o por la fortaleza de la apuesta realizada. Tras apostar por ellas en Segunda, las quiso dejar de lado una vez asentado en Primera, buscando adquirir valor en función del que tuviesen sus jugadores. Aunque este mismo año parece haberle perdido el miedo a este tipo de operaciones en verano –Sáenz, Pape y

Rafinha juegan en Vigo por préstamo de Valencia, Lyon y Barcelona, respectivamente–, esta clase de movimientos sí que han sido habituales en el mercado de enero, que vuelve a abrirse en cuestión de horas y en el que el club céltico busca, al menos, dos refuerzos: un mediocentro y un extremo.

En el último lustro, la entidad celeste se ha hecho con los servicios de diez futbolistas en las ventanas invernales. De ellos, cinco son en forma de cesión. El porcentaje crece mucho más cuando más se acerca el margen temporal, pues de los siete últimos refuerzos, nada menos que cinco fueron préstamos: Jozabed Sánchez en 2017, Lucas Boyé en 2018 y Wesley Hoedt, Lucas Olaza y Ryad Boudebouz en 2019. En este último ejercicio, la totalidad de los movimientos fueron cesiones.

Sin problema de dinero

En el mercado que ahora se abre, el Celta ha repetido por boca de su presidente, Carlos Mouriño, que existe capacidad monetaria como para afrontar las operaciones que sean necesarias. Por lo tanto, será el interés de los otros clubes o de los propios futbolistas lo que pueda determinar que los fichajes que se acometan no lleguen a ser traspasos para quedarse en cesiones.

El miércoles será el momento de empezar a cerrar las operaciones que ya se han ido perfilando en los últimos días. Al Celta, necesitado de puntos, le conviene tener cuanto antes refuerzos para huir del descenso a Segunda.n