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Celta 0-2 Atlético de Madrid
No jugó mal el Celta, pero cayó ante la perfecta economía de esfuerzos del Atlético de Madrid. Oblak evitó los goles celestes en una primera parte de mayor control local y cuando el control pasó a los célticos en la segunda mitad, desaparecieron las ocasiones. Dos zarpazos de Griezmann y Morata decidieron. La derrota provoca que los puestos de descenso vuelvan a ser una amenaza hoy. Eso sí, en siete días volverá Iago Aspas.
La línea continua en un electrocardiograma no es buena. Por definición. Salvo que domines el arte del letargo como lo hace el Atlético de Madrid, donde sólo se admiten picos, pero nunca valles. Tiene el conjunto colchonero la habilidad de mantener el nivel no sólo en la orgía de las altas pulsaciones –algo que logra cualquier equipo de la Liga en algún momento aunque sólo sea por la calidad individual de los jugadores o por la energía ambiental– sino, sobre todo, en las bajas. Aletarga los partidos porque se despierta más rápido que nadie. Porque de la casi nada saca mucho. Una habilidad que el Celta no tiene.
Porque la primera parte céltica ayer en el Wanda Metropolitano no fue peor que la de su rival. Cierto es que los jugadores de Fran Escribá, que apostó en el once por Emre Mor por banda y Boudebouz como segundo delantero junto a Maxi, comenzaron demasiado atrás, empujados más por la sensación de jugar en el campo del Atlético que por las cualidades que estaban mostrando los de Diego Simeone sobre el campo. Se jugaba en la mitad del pasto celeste con la banda derecha colchonera, protagonizada por Juanfran y con numerosos artistas invitados –Griezmann, Correa, Vitolo...– como principal camino. Lo mejor es, por u n lado, que sin un nueve declarado, a los blanquirrojos les faltó remate; y, por otro, que Rubén Blanco estuvo ducho en intervenir en los centros.
Pero el Celta, tras una semana de reacción, cree más en sí mismo. Y esa confianza la sacó en un par de oportunidades que merecieron mejor suerte. De hecho, no se concretaron porque en la portería del Atlético reina Oblak, un guardameta difícilmente mejorable en todo el mundo entre los tres palos. La primera, una contra iniciada con la apertura de Boudebouz hacia Boufal, que se perfiló hacia el disparo con la derecha pero el balón le quedó muerto en el área a Maxi. Su remate lo sacó el portero eslovaco. Y el rechace, rematado por Boudebouz, también.
Fue en el minuto 17. A la media hora, con el Atlético ya gestionando con más cuidado sus esfuerzos y el Celta pudiendo enlazar algunas posesiones moviendo desde atrás el balón, llegó la segunda gran oportunidad visitante. De nuevo Boufal –tan ausente atrás para frenar a Juanfran como presente arriba para incomodarlo– encontró a Boudebouz en el borde del área y la pared entre galos acabó con un buen derechazo del primero que Oblak adivinó y sacó a ras de suelo de manera magistral.
No sufría el Celta. Realmente, no pasaba apenas nada. Nadie dominaba en exceso. Nadie se sentía dominado. La línea del electrocardiograma era muy plana. Hasta que Cabral cometió una falta al borde del área y apareció Griezmann para soltar un derechazo violento que se coló por encima de un Rubén que no lo vio venir. Faltaban cuatro minutos para el descanso y el habitual guion rojiblanco se cumplía: sin grandes alardes, aprovechar la calidad de Oblak en portería y la de Griezmann arriba para irse en ventaja.
No quería el equipo vigués resignarse a la suerte de tantos equipos que pasan por la casa del Atlético. Por eso en la segunda parte adelantó líneas, juntó al equipo cerca del campo rival y se dispuso a buscar un hueco en el entramado defensivo colchonero. Una tarea, como es bien sabido, ardua, pese a que Simeone tuvo que tirar ayer de dos centrales casi imberbes.
La posesión ya era del Celta por deseo propio y ajeno. Cada uno en su papel: el Atlético esperando y el Celta buscando. Sin la velocidad necesaria como para encontrar remate, eso sí. Boufal seguía siendo el arma fundamental, con sus regates y, ayer sí, su capacidad para encontrar a compañeros. Tanto fue así, que Simeone tiró de lateral de refresco, Arias, para taparlo, cuando Escribá ya había retirado a un trabajador Mor para intentar buscar algo nuevo arriba con Pione.
Fue justo antes de la acción que acabó por decidir el partido. Una recuperación en campo propio del Atlético y una pared simple entre Morata y Griezmann, con pase de este último al espacio para que corriese el nueve, dejando en evidencia que Cabral no es central hoy por hoy para jugar con una línea adelantada en el centro del campo. Rubén no pudo frenar el mano a mano y el partido se acabó.
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