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BALONMANO | ATLÉTICO GUARDÉS
Más allá de las pocas cosas edificantes de las películas del oeste, están incrustadas en el imaginario colectivo como un género reconocible para cualquiera, aun con un nivel cinematográfico y ético cuestionable. La victoria del Guardés ayer en Austria entra directa a sus libros de historia. Y, a diferencia de los ‘westerns’, lo hace con una calidad excelsa en su balonmano, repleto de valores ejemplares frente a un gigante como el Hypo Niederösterreich. Caído, sí; pero gigante al fin y al cabo.
Porque las pupilas de José Ignacio Prades contrarrestaron su inferioridad en cuanto a kilos y envergadura con un ejercicio de inteligencia a máxima velocidad. Fulgurantes. Como las flechas de los indios cuando atacaban el sólido y robusto tren en los ya mentados filmes de John Wayne. Solo que en el BSFZ Südstadt de Maria Enzersdorf, a 25 kilómetros de Viena, las buenas eran las indias con la bandera de A Guarda en su camiseta. Al menos, mejores que las vaqueras centroeuropeas. Quitando los primeros cinco minutos, en los que encajó un 3-0 de salida, el equipo miñoto superó al austriaco en todas las facetas del juego.
Lo hizo especialmente a partir de una defensa 5:1 muy profunda y presionante. Lore Pérez empezó en el avanzado. Las piernas se movían veloces. Los cerebros, más aún. De esta manera, el equipo de Prades atascó los ataques rudimentarios y previsibles del Hypo. Esa combinación de inteligencia y rapidez permitía a las defensoras ocupar los espacios antes que las atacantes. El resultado, un carrusel de faltas en ataque del conjunto local.
El plan en la otra portería era similar. Cruces continuos, cambios de ritmo y dirección y dinamismo. Mucho dinamismo. Para el conjunto centroeuropeo era imposible leer los ataques relampagueantes dirigidos por Patrícia Lima. Y cuando lo hacían, nunca llegaban a tiempo para detener las acciones visitantes, punzantes cual proyectiles sioux.
Pero todas las flechas necesitan un arco que las lance. O varios. Porque Paula Arcos -sí, en plural- juega a un nivel tan estratosférico que son muchas jugadoras en una. En ataque, convirtió en mantequilla a defensoras decenas de kilos más robustas. Ella fue cuchillo. Una y otra vez percutió en los huecos libres de la muralla austriaca. Así hasta alcanzar los ocho tantos. Si solo fuera eso, su actuación ya sería destacable. Pero es que además se empleó con energía y suficiencia en el avanzado del 5:1, robó balones, corrió el contraataque, fintó, penetró y pasó a la línea. De todo. Y siempre con una sonrisa. La que mantenía tras cada golpe recibido -y fueron muchos- de la defensa local, a la que volvía a retar. La alegría del balonmano.
Así, el equipo miñoto se instaló en los tres tantos de diferencia favorable en la primera parte, que se quedaron en uno tras un tramo final en el que perdió energía. Lógico. Las bajas de Nunes, Anselmo y Descalzo dejaron la expedición en 13 efectivos, por lo que las rotaciones fueron las justas y necesarias.
El técnico local decidió dejar la portería libre para atacar con 7. Fue la única manera de dañar la profundidad de la defensa visitante. Y tampoco tanto. Porque los robos seguían llegando y con ellos los goles sin oposición. Hasta Miriam Sempere anotó el suyo de portería a portería.
Esa constancia se mantuvo hasta el final. No así la del Hypo, que bajó los brazos en unos 10 minutos finales en los que no anotó gol alguno. Las de Prades olieron la sangre y se lanzó a encarrilar la eliminatoria lo máximo posible. Y lo logró. Siete tantos es una renta considerable y más con A Sangriña a pleno rendimiento. Será en una semana. Entonces tocará otra película de indios y vaqueros. O quizá una de terror, con O Inferno ardiendo en llamas. Las favoritas del Guardés.
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