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Todo lo que sucede alrededor de un gigante como el Barcelona tiene una repercusión masiva. Es lógico. Por eso, si quedaba alguien que no hubiera oído hablar de Pedro Fernández ‘Dro’, escuchó resonar su nombre el pasado domingo, cuando debutó con gol en el primer equipo azulgrana. La última joya de la Masía, de 17 años, es un diamante en bruto que brotó en el Val Miñor.
“Tenía un don. Era un superdotado para el fútbol. Un escándalo”. Con esta claridad meridiana se explica André González, actual técnico del Atlántida de Matamá, que lo conoció cuando era alevín y lo entrenó en el club miñorano en infantiles y en el primer año de cadetes, antes de mudarse a la ciudad condal.
André recuerda al que fue su pupilo como “un chaval timidito, muy sensato y muy educado”, que solía dejar que su fútbol hablase por él. “Era un ejemplo para los compañeros. El que mejor entrenaba y nunca con una palabra por encima de la otra”, subraya. “Y siendo tan bueno, te puedes confundir. Pero a él nunca se le subieron los humos. Siempre tuvo los pies en el suelo”, recuerda su antiguo entrenador.
“Se me cae la baba con los pasos que va dando; estar ahí ya es la leche, pero que salga y enchufe… está tocado por una varita”
Suele acontecer con estos elegidos, que desbordan cualidades técnicas. Es el caso de Dro. Pero, a mayores, ya era un prodigio táctico. “Siempre hay matices, pero había muy poco que explicarle porque con 12 años ya era futbolista”, recuerda González. Por eso, pese a ser menudito y sin un gran físico, destacaba siempre aunque jugase en la categoría superior. “Pensaba tres segundos antes que el resto. Siempre iba por delante”, añade.
De aquel mediapunta menudo a goleador en Japón. Un orgullo para toda la familia del Val Miñor y, por supuesto, también para André. “Es la hostia”, resume sin ambages. “Lo he seguido desde que se fue y se me cae la baba con los pasos que va dando. Llevamos una alegría tremenda viendo el partido”, reconoce. “Solo que esté ahí es la leche, pero que salga y enchufe es tremendo”, proclama André, que lo resume todo en una frase: “Está tocado por una varita”.
Siempre es complejo dejar tu casa con 14 años. Dro Fernández decidió hacerlo para fichar por el Barcelona. No lo hizo solo. Junto a él se mudó a La Masía su tocayo Pedro Villar, compañero en el Val Miñor y amigo íntimo. Solo se llevan un día y han estado juntos desde que apenas levantaban un palmo del suelo. A través de la pelota se ha anudado un lazo casi irrompible que les ha servido a los dos como apoyo mutuo en su aventura azulgrana. Dro más mediapunta, Villar más mediocentro. Complementarios.
André González dirigió a ambos y recuerda su relación en el campo con un ejemplo muy clarificador: “Para mí es como si fueran Mazinho y Mostovoi. Villi (Pedro Villar) te da ese equilibrio, ese 9 en todo; y Dro ese talento brillante del mediapunta”, explica.
En los dos casos, llevan el fútbol en la sangre. El debutante con Flick es hijo de Pedro Fernández, que llegó a jugar en el Celta B a principios de este siglo. El padre del mediocentro es Álex Villar, alma máter del Val Miñor. La pelota viene de familia.
Dro Fernández destacó tanto en el Val Miñor, jugando siempre en categorías superiores a la de su edad, que acabó fichando por el Barça. Pero ese talento llegó a sufrir un punto débil. “Tenía una gran frustración con los penaltis”, recuerda su entrenador André González. “Se cagaba un poquito y los terminaba fallando. Después se escaqueaba”, desvela su antiguo técnico, que a base de incentivarlo, revirtió la situación: “Ahora es un gran pegador”.
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