Los pioneros de La Roja en la Olimpiada de Amberes, protagonistas de una novela

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Juanjo Díaz Polo cuenta la historia de los veintiún héroes que alcanzaron la plata olímpica y entre los que figuraban tres jugadores del Real Vigo Spoting: Moncho Gil, Luis Otero y Ramón González.

Publicado: 19 jun 2016 - 04:47 Actualizado: 20 jun 2016 - 10:33

Juanjo Díaz Polo, autor del libro.
Juanjo Díaz Polo, autor del libro.

La apasionante aventura de un grupo de pioneros del fútbol español que viajaron a Bélgica para participar en la Olimpiada de Amberes entre cuyos integrantes había tres jugadores pertenecientes al Real Vigo –Moncho Gil, Luis Otero y Ramón González además del periodista Manuel de Castro- constituye el eje de "Jóvenes promesas", una divertida y entrañable novela escrita por Juanjo Díaz Polo, guionista, actor y escritor extremeño que ha escudriñado en las entretelas de esta historia hermosa en la que Vigo y los campos de Coia tuvieron una especial incidencia. Aquella selección alcanzó la plata olímpica y abrió la puerta a las glorias que ahora la Roja cosecha en todas sus citas internacionales plagadas de éxitos.

A principios del verano de 1920, un heroico grupo de jugadores, directivos, técnicos y periodistas definitivamente absorbidos para siempre por el encanto y la magia de una manifestación deportiva británica llegada a España por el mar llamada foot-ball, tomaron el tren para dirigirse a una Bélgica recién despertada de la pesadilla de la Gran Guerra y participar en el torneo balompédico incluido en la Olimpiada de la ciudad de Amberes, aunque el torneo en el que España debutó enfrentándose a potencias algunas de las cuáles alinearon ya a jugadores solapadamente profesionales que actuaban en Inglaterra, se jugara en Bruselas. La expedición de fútbol era la más nutrida entre la representación atlética española para los Juegos y afrontaba con esta participación su primera aventura internacional aunque las crónicas narran un primer partido unos años antes del que apenas se tienen cuentas.

El ajetreado viaje se saldó con una gloriosa y rocambolesca medalla de plata que los españoles alcanzaron tras cinco encuentros intensos, dramáticos y jugados a cara de perro por un equipo sin la menor experiencia fuera del modesto contexto de su competición doméstica y en el que se alineaban figuras legendarias como Pichichi, Patricio, Belauste, Pagaza, Samitier y Zamora, todos ellos jóvenes, todos ellos entusiastas, todos ellos adorables y todos ellos dispuestos a cualquier cosa por alcanzar su sueño. Los futbolistas españoles –vascos, gallegos y catalanes en su mayoría- viajaron a Bélgica desde Madrid durante dos días y una noche, junto a sus equipajes, en los vagones de tercera, y se hospedaron en los primeros días en un antiguo cuartel militar que tenia un pilón de caballerías como elemento fundamental para el aseo y en el que hacía un frío pelón. Dormían en una gigantesca nave corrida en camas diminutas, y comían coles y carne de caballo. Fumaban sin disimulo y se refugiaron todas las noches en un cabaret de la ciudad regentado por una alegre aragonesa. Todo ello y mucho más lo cuenta Juanjo Díaz Polo, su autor, en esta divertida y entrañable novela, "Jóvenes promesas", que iba para serie de televisión y debería ser una película si todo marcha como debe ser, y que narra con su punto de romanticismo y cariño inmenso una gesta y sus dulces, intensas y sentimentales tramas paralelas en las que no falta el amor y el dolor en un mundo recién amanecido de la cruel pesadilla de la guerra. La acción se sitúa dos años después de la redición de Alemania en un país como Bélgica que sufrió con singular padecimiento los avatares de la I Guerra Mundial, y está contada en primera persona por una mujer mitad española y mitad francesa, Elena, que es a su vez hija de un viejo periodista deportivo al que la salud le va fallando y con el que se presta a viajar para servirle de apoyo. Elena vivirá esta singular aventura manteniendo una vibrante relación de amistad y encanto con el joven, apuesto y corpulento guardameta titular del combinado nacional, un ángel rubio de más de uno noventa de estatura y manos como grapas llamado Ricardo Zamora.

Vigo fue uno de los enclaves elegidos por los responsables de aquella expedición debutante al mando del seleccionador nacional el ex futbolista y árbitro madrileño y residente en Barcelona Paco Bru por consejo de su amigo el periodista vigués Manuel de Castro –firmó sus crónicas con el seudónimo de "Hándicap"- y tres de los jugadores de su equipo de fútbol más representativo, el viejo y legendario Real Vigo Sporting, formaron parte de aquella expedición pionera. El pontevedrés Luis Otero y los vigueses Moncho Gil y Ramón González que no llegó a disputar ni un solo minuto porque se puso enfermo en el tren y hubo de ser hospitalizado en Amberes aquejado de una infección urinaria que le tuvo febril y martirizado durante toda la histórica epopeya. Antes de acudir a Amberes, la expedición pasó en Vigo un tiempo disfrutando de las bellezas del entorno, del clima, el aire libre y el mar y jugando un par de partidos de selección que se establecieron bajo la fórmula de "probables" contra "posibles" hasta obtener el grupo final en el que no se admitían jugadores que hubieran cobrado una sola peseta y que redujo la expedición a futbolistas vascos catalanes y gallegos. Fueron para la historia:

Zamora, Samitier, Sancho y Sesúmaga del Barcelona Club de Fútbol.

Luis Otero, Moncho Gil y Ramón González del Real Vigo.

Eizaguirre, Arrate, Carrasco, Artola y Silverio del la Real Sociedad.

Perico Vallana y Pagazaurtundúa del Arenas de Guetxo

Belauste, Sabino, Pichichi y Acedo del Athletic Club de Bilbao.

Eguizábal y Patricio del Real Unión de Irun.

Vázquez del Rácing de Ferrol.

El portero Eizaguirre, molesto porque jugaría Zamora, cogió el tren y se volvió a España nada más iniciado el torneo.

Tras este curioso y pintoresco proceso de selección que terminó eligiendo a los veintiún héroes que viajaron a Amberes, se desarrollaron complejos avatares que enfrentaron a las federaciones regionales y establecieron pugnas que incluso hicieron peligrar la participación española y que hubieron de desatascar los buenos oficios de aquellos directivos pioneros habituados a mantener sus despachos federativos en la trastienda de sus propios negocios, desde pañerías y prendas de ropa hasta colmados alimentarios. Figuras como la de otro chispeante gallego que era Arguello, entonces el tesorero de la Real Federación Española, el diplomático Aguilar, el federativo y árbitro Lemmel, el doctor Bartrina o el aristócrata, hermano a su vez del conde de Romanones, que presidía el Comité Olímpico, forman parte de este relato sumamente atractivo y estupendamente escrito que a Juanjo Díaz Polo le ha supuesto un largo y trabajado proceso de documentación y la aventura de sumergirse en los albores del fútbol español en esos primeros y legendarios tiempos.

Juan José Díaz Polo, un extremeño cincuentón y experimentado en el complejo y excitante universo de escribir para el cine y la tele, no solo ha puestos letras y tramas a series de éxito en la pequeña pantalla sino que él mismo ha sido también actor y productor aunque ahora se siente muy a gusto escribiendo. Suyas son las historias que se cuentan por ejemplo en "Hospital Central", "Los ladrones van a la oficina" suyo es el guión del último docudrama dedicado a la figura de Cervantes que se ha estrenado con ocasión del V Centenario del genio alcalaíno, y suyo es también este retrato de la España y la Europa de los años 20 con el fútbol y la gesta de Amberes como hilo conductor.n

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