Arrodillados ante Santa Marta por la fe y la devoción
Más de un millar de personas vivieron la celebración religiosa con el regreso de los ataúdes, sin penitentes dentro
La parroquia de Santa Marta de Ribarteme, en As Neves, se convierte a final de julio en un espacio para la devoción, pero también para la polémica desde hace un par de años. La tradición marca que los ‘penitentes’ deben agradecer la cura de una enfermedad realizando la procesión dentro de un ataúd, pero esa costumbre se anuló en 2023 por parte del cura, tachándolo de supersticiones banales. Ayer, el paseo del ataúd volvió a salir, si bien no con un devoto dentro, debido a las restricciones eclesiásticas. Todo por dar gracias a Santa Marta y alargar la vida a aquellos que se vieron cara a cara con la muerte.
La localidad se llenó de fieles. También de curiosos. Más de un millar, todos con sus mejores galas. Muchos de ellos reconocen que la festividad ha vivido tiempos mejores, sobre todo desde la prohibición de los féretros. Lo llevan con resignación, pero la visita a la iglesia sigue siendo obligada. También el tocar a Santa Marta y pedir salud, para uno mismo o para la familia. Largas colas se agolparon a sus pies antes de la procesión para adquirir un boleto y restregarlo por la virgen. Y así, se obre otro milagro.
La devoción no entiende de edades, ni de clases sociales. Tampoco de sufrimiento. Solo de promesas y conversaciones entre la virgen y el fiel. Así, junto con el único ataúd presente (se esperaban 3 o 4 que no salieron), un ‘penitente’ decidió procesionar de rodillas un buen tramo. Lo hacía con tormento en su rostro y con las piernas ensangrentadas, pero no se detuvo porque dar las gracias a Santa Marta era más importante que el dolor. La segunda parte, lo realizó debajo del féretro. Solicitó permiso al párroco con anterioridad para ir dentro del ‘cadaleito’, pero fue denegado.
Hubo silencio en los prolegómenos de la procesión. Y es que ningún asistente pensaba que el ataúd volvería a ser paseado. Ni siquiera la propia comisión, que no quiso atender a este medio. Cuando asomó la caja fúnebre, aunque vacía, cierto estupor invadió a los asistentes. Lo celebraron, convencidos de que la centenaria tradición de la romería no entiende de vetos, aunque vengan del propio párroco. La festividad no se la quiso perder ni el sol, golpeando con dureza a los costaleros con temperaturas por encima de los 30 grados. De rodillas o de pie, la espiritualidad de Santa Marta volvió a ser la patrona de los resucitados.
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