Primos y hermanos

Más de mil célticos apoyaron a su equipo en el Carlos Tartiere

La marea celeste procesionó por las calles ovetenses camino del Carlos Tartiere.
La marea celeste procesionó por las calles ovetenses camino del Carlos Tartiere. | Cedida

Dice el refrán que gallegos y asturianos son primos y hermanos. Y lo cierto es que, más allá de viejas y desfasadas rencillas entre las aficiones del Real Oviedo y del Celta, ambas vivieron en perfecta armonía el encuentro de ayer, más allá del drama de cara a portería que viven los locales y del destemplado juego de los visitantes, que no impidió el mayor desplazamiento del curso, con más de mil aficionados en las gradas del Carlos Tartiere.

No era la mejor hora, desde luego, para poder degustar con calma las delicias que ofrece la capital del Principado. Ni la zona del Campillín ni el Bulevar de la Sidra, en la calle Gascona, se beneficiaron de la invasión celeste. Los cachopos y la fabada no fueron titulares para la afición del Celta, que ni antes por pronto, ni después por tarde, pudo saborear las especialidades. Sí, en cambio, cayeron pinchos y sidras antes de bajar al Tartiere en comanda. Una marcha pacífica y festiva hacia el coliseo carbayón.

La hora del partido impidió que cayeran cachopos y fabadas; quedaron pospuestos para la hora de cenar

Una vez dentro, los mil inquilinos de la zona visitante y las decenas de seguidores célticos disgregados por la grada local, disfrutaron del himno de Asturias, del tifo local y de una pancarta que pedía a la propiedad del Real Oviedo, el grupo mexicano Pachuca, “más fútbol y menos negocio”.

En ese sentido, la parroquia celeste vivió de primera mano la desazón de sus homólogos asturianos, que tardaron un cuarto de siglo en volver a Primera División para ahora penar cada semana con una incapacidad manifiesta para hacer gol. Y, aunque sea consuelo de tontos, el mal del de al lado opacó un partido desaborido del Celta. “No es mal punto”, se escuchaba a la salida del Tartiere. El año futbolístico termina y las sidrerías ya no dan de comer. Pero sí de cenar. Porque este fin de semana prenavideño ha congregado a muchos aficionados vigueses -y de otras partes de Galicia-. Así que, a falta de victoria, cenar, comer y disfrutar en una tierra de primos y hermanos.

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