Otra decisión arbitral perjudica al Celta
Otra decisión arbitral perjudica al Celta al anular un penalti pitado en el último segundo con 1-1.Tras un buen partido manchado por una absurda expulsión, una intervención del VAR volvió a jugar en su contra
El Celta se siente estafado. Cuando no se autoflagela, las decisiones arbitrales vía vídeo arbitraje lo flagelan. Otro buen partido y el gol inicial de Starfelt se torcieron con la expulsión de Tapia y el empate de En-Nesyri. Pero el penalti pitado y luego negado en la última jugada del partido ejemplifica el presente de un equipo que sigue en descenso.
Lo bueno del viento es que limpia. Sostienen que su persistencia vuelve loco, pero en dosis asumibles, un vendaval viene bien. Te limita físicamente pero te libera mentalmente. Además, si tu discurso se basa en la lucha contra los elementos, un elemento más no resta, sino que suma. Lo trascendente no es el número de obstáculos sino la rabia inteligente para superarlos. A Balaídos lo zarandeaba, a golpe de sábado, Domingos.
En ocasiones, los problemas provocan soluciones y destapan virtudes ocultas. Le faltaba al Celta De la Torre y Rafa Benítez, que sigue intercambiando nombres en busca de la pócima ideal, decidió juntar el buen pie de Hugo Sotelo con Iago Aspas y un Óscar Mingueza liberado del lateral por Kevin. El equipo lo agradeció enseguida.
Como ya ha sucedido en partidos precedentes, el Celta dio un nivel más que correcto en la primera parte. Ante un Sevilla remolón, que asustaba más que hacía, los célticos asumieron que había que jugar contra el viento y contra la marea de malos resultados. Se multiplicó Aspas, capaz de pisar en cualquier zona de la mitad del campo celeste y el mejor futbolista sobre el campo. El moañés ha interiorizado aún más la necesidad de jugar rápido, de pasar rápido. El juego se acelera y se limpia cuando él anda por medio. Lo estuvo ya en el minuto 12, cuando un pase suyo y un error de Soumaré dejaron solo a Larsen ante el meta visitante Nyland, pero el noruego no supo marcar. Tampoco habría venido bien en lo ambiental, porque era justo el momento en que la grada pitaba por las decisiones arbitrales que han perjudicado al equipo en las once jornadas previas.
Por abajo, raseando, o a media altura, el equipo vigués hallaba la manera de estar en campo rival con verticalidad. Lo que llevó al Sevilla a cometer faltas. En una de ellas, Mingueza y el viento enviaron el balón al larguero; en la siguiente, sacada de forma preciosista por Aspas, Starfelt cabeceó a gol. El marcador, siempre tan reticente, se movía a favor de los célticos que, esta vez sí, trasladaban a él su mejor juego.
La cuestión es que el Sevilla tiene la virtud de la contundencia. Todavía busca solidez con Diego Alonso en el banquillo, pero tiene corpulencia y calidad para regalar. Tirando más de la primera que de la segunda, se sumó a la tendencia de colgar balones para que el viento juegue con él. Ocampos cabeceó y Guaita, el elegido ayer, paró. Sin ser un control total, el partido iba por donde quería el Celta, pese a que la despedida de la primera parte acogió la primera amarilla de Tapia y una falta al borde del área por juego peligroso de Unai Núñez.
El Sevilla entendió que las bandas debían ser su camino tras el descanso y cambió dos futbolistas para conseguirlo. Pero en el campo seguía mandando la calidad de Aspas, al que le faltó un palmo para marcar en un par de ocasiones. El conjunto sevillano tenía más el balón pero el Celta aguantaba bien con sus dos líneas de cuatro y el trabajo a destajo del primero al último de sus integrantes.
Pero el vendaval no era suficiente como para cambiar la realidad celeste. Renato Tapia se confundió, fue demasiado fuerte a una presión en campo rival y se llevó por delante al sevillista Soumaré. Era su segunda amarilla y dejaba media hora al equipo con un futbolista menos. Pero lo peor es que significaba un retorno al cuento de terror en que se ha convertido esta temporada. Un golpe más. Un clavo más en la cruz.
Con Beltrán y Dotor dando oxígeno, parecía que sólo quedaba defenderse, más cuando el Sevilla tiró de su especialista cabeceador En-Nesyri para cazar los centros. Sucedió pero también hubo dos presencias en área rival con ocasiones claras para aumentar la renta, pero Larsen, inmenso en el trabajo, estuvo negado para portería. No el delantero marroquí, que en un mal rechace de Mingueza al enésimo centro sevillano aprovechó para empatar.
Era el minuto 83. El miedo era perder de nuevo al final. Pero el equipo aguantó bien y tuvo el respiro, en el minuto 96, para que Mingueza centrase al área y Douvikas cayese enganchado con Navas. Hernández Hernández pitó penalti, pero desde el vídeo arbitraje se le aconsejó ir a ver la jugada y varió su decisión.
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