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Tal y como se esperaba, la junta general de accionistas del Celta celebrada ayer en la sede del club sirvió para escenificar el traspaso de poderes entre el expresidente, Carlos Mouriño, y su hija Marián, nueva presidenta. El control habitual de las acciones del grupo GES hizo que todos los puntos de la convocatoria, incluidos los del cese del anterior consejo y el nombramiento del actual, se aprobasen por aplastantes mayorías del 98%.
Todo derivó en un momento final, antes de los ruegos y preguntas, en que se quiso dar protagonismo a ese cambio en la presidencia. Tras un vídeo de despedida, Carlos Mouriño tomó la palabra: “Han sido años complicados pero los vivimos tan apasionados, con tanta satisfacción y con tanto orgullo que los vivimos plenamente. El de hoy es un mal día y un buen día. Voy a recordar siempre el día de la despedida con un orgullo muy especial hacia la gente que tuve a mi cargo. Todo lo que hicimos lo conseguimos con todos los empleados, que se volcaron con nosotros. Mi mérito, si tuve alguno, fue reunir a este grupo de gente. De eso me voy satisfecho”, reseñó de entrada.
También tuvo palabras para el celtismo. “Tengo que agradecer muchísimo a la afición, que me ha criticado, aunque siempre digo que yo en la grada también me criticaría. Pero también he sentido su aliento, su comprensión, su ánimo. El ‘Mouriño vete ya’ lo recordaré, pero con una sonrisa. Porque la crítica nos tiene que hacer mejores”, apuntó.
En un tono ya más personal, recodó a “mi familia, que es muy celtista porque mi pasión la tenían todos. A mi esposa le robé muchísimas horas, sobre todo los fines de semana. Mi agradecimiento para ella”. Y como cierre, las palabras dirigidas a su hija y sucesora: “Mi última petición al celtismo es que apoyéis a Marián como me habéis apoyado a mí, aunque la critiquéis. El Celta son personas, es una pasión. El Celta está por encima de todos nosotros”. E incidió en que “Marián tiene la capacidad por sí misma para estar en este puesto. No es la hija de Carlos Mouriño, es Marián. Y pasaría el proceso de selección más exigente para el cargo. Ayudarla como la voy a ayudar. Arropémosla”. Y ya dirigiéndose a ella: “Tienes una gran responsabilidad con el Celta y con la ciudad. Llévala con todo el orgullo, como cuando veíamos al Celta estando lejos de Vigo”.
En un momento de cambio, es curioso descubrir entre los asistentes tanto los responsables salientes como los entrantes. Más allá, obviamente, de Carlos y Marián Mouriño, que compartieron parte central en la primera fila de las mesas que ocuparon los consejeros ya dimisionarios. No faltó ninguno -Ricardo Barros, Pedro Posada, Carmen Avendaño, Primitivo Ferro, Fernando Rodilla y María José Táboas-, aunque tuvieron que hacerle sitio al nuevo director corporativo, José Gainzarain.
Por una cuestión formal, no tenían que estar presentes los consejeros entrantes, aunque alguno de ellos sí que acudió a título personal y sin ejercer el voto. Fue el caso de Antón Álvarez, el padre del músico C.Tangana, y de Miguel Álvarez, marido de la presidenta.
Respecto al grupo de trabajo que lideró el anterior director general, Antonio Chaves, estuvieron en la platea todos los actuales directores -Carlos Salvador, Carlos Cao y Maruxa Magdalena- menos María José Herbón. Una ausencia reseñable, pues la ejecutiva viguesa era la encargada de defender las cuentas ante los accionistas en los últimos años.
Los tiempos muertos de las votaciones, que se llevan un porcentaje muy alto de las juntas, permitió ver interacciones de abonados y consejeros. Sin tiranteces, todos esperando los ruegos y preguntas.
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