Los invisibles

Según ha expuesto la socióloga Carmen Bel, el excluido es el que queda fuera del sistema social.

No tiene acceso al objeto que lo constituye, como son las relaciones, la participación en sus decisiones. Se marca así una frontera entre los que se benefician de la dinámica social y los que son excluidos como fruto de esa dinámica. Carecen de un lugar en la sociedad: no existen. Son invisbles.

Inmigrantes, refugiados, la gente sin hogar, desahuciados, víctimas de la prostitución, minoría gitana, sin papeles, madres solteras... todos ellos tienen un denominador común: el desempleo o la pérdida del trabajo. Al carecer de un trabajo, carecen de ingresos, quizá han sufrido un desahucio y esto ha terminado rompiendo una familia, con lo que, acabará en la calle. Ya sin herramientas para salir adelante, acaba enfermo y generalmente con alguna psicopatía. Las personas que más sufren esta situación, son las que se encuentran sin hogar. La falta de un techo les impide el acceso a otras ventajas sociales, como la salud, la formación, o un empleo. Y en definitiva a la Igualdad (cuya puerta abre la vivienda).

Esto acabará dañando el aspecto social y relacional del individuo, sobre quiénes en ocasiones se producen graves acciones de invisibilidad policial. Molestan. Más allá de criminalizar a las víctimas, el tema de la vivienda debería ser abordado como un derecho fundamental, que al tener en cuenta la dimensión social y las causas de la exclusión, dé la oportunidad de reclamarla como una forma en que el Estado ofrece acceso a la justicia, sino también a la garantía de estos derechos.

En estos momentos una parte importante de la población está afectada por algún factor de vulnerabilidad social, con riesgo de pobreza o bien de incrementar su precariedad. De ellos, un elevado porcentaje acabará en la exclusión severa. Incluso, malviviendo y muriendo en la calle. Por la propia inacción institucional.