lavaderos públicos

Publicado: 31 ene 2016 - 03:39 Actualizado: 31 ene 2016 - 03:40

A las siete de la mañana el recorrido diario al lavadero público no dejaba de ser, por conocido, menos abrumador. Cargada con una tina llena de ropa sucia sobre su cabeza, la mujer miraba al frente, erguida, soportando el peso sin quejarse. Una vez en el lavadero, su expresión cambiaba al empezar a saludar a las madrugadoras madres de familia que, como ella, acudían temprano a lavar para poder seguir luego la jornada de trabajo en el campo o en la propia casa.

En estos lavaderos públicos miles de manos femeninas han repasado a golpe de cepillo y jabón, las vidas de sus vecinos, amigos o de la propia familia. De hecho, expresiones como "sacar los trapos sucios" o "hay ropa tendida" surgieron de estas charlas cotidianas que suponían en la mayoría de los casos la única reunión social que podían tener en el día.

Más de medio siglo después, las mujeres casi no trabajan en el campo, y se reúnen en el descanso matutino para tomar un café, ya sea con compañeras de trabajo o vecinas.

Ya no tienen las manos ajadas y llenas de sabañones porque los "trapos sucios" se lavan en la lavadora o, en lo que parece ser cada vez más una costumbre más extendida, en los nuevos servicios públicos de lavandería y secado. Éstos han ido instalándose en las calles más transitadas de todas las ciudades, y cada vez en mayor número.

Lo que ha cambiado con respecto a los antiguos lavaderos públicos es que ahora también acuden hombres, cosa imposible entonces, pero lo que sigue igual es su función como lugar de reunión en el que se hace necesario charlar, aunque sea de cómo funcionan las máquinas. Como usuaria esporádica de este servicio he oído conversaciones variopintas en las que se comienza tímidamente y se acaba hablando de los asuntos propios como si el otro fuera un amigo de toda la vida.

Y es que parece que la necesidad de limpieza une, porque todos tenemos algo que lavar, aunque sea metafóricamente hablando.

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