Cartas al director

Reflexiones sobre el conflicto de Atención Primaria en Vigo

La evolución y salida de la crisis socioeconómica y financiera supuso un cambio en los paradigmas de los estándares y procesos sanitarios, comportando una preeminencia de los criterios economicistas y un arrumbamiento de los compromisos   y   criterios   sociales.   Surge   así   una   nueva   gestión   sanitaria influenciada por el liberalismo económico.

 

En nuestro contexto regional/local (Galicia/Vigo) se construye un nuevo hospital en un ambiente condicionado por las dificultades financieras públicas; ello supuso la necesidad de un aporte de capital externo de carácter privado que condicionó la puesta en marcha y el funcionamiento del mencionado centro, a través de dos premisas: la necesidad de la devolución del préstamo y la concesión de servicios para  gestionar  un  negocio  privado  que  permitiese  la  rentabilización  de  la inversión.

 

Además,  fue  necesaria  la  fusión  de  los  dos  hospitales  previos,  con  el correspondiente acoplamiento dificultoso y disfuncional de algunos servicios, y con el intento de gestión semiprivada de determinados servicios centrales.

 

Con   anterioridad,   se   constituyó   la   EOXI   (Estructura   Organizativa   de   Xestión

Integrada) con la correspondiente supresión de la gerencia de atención primaria. Consecuentemente se instituyó una gestión por procesos (con y sin ingresos) que derivó en un pernicioso hospitalocentrismo y en un relegamiento de la AP. Así se intensificaron la inversión y el desarrollo de los servicios hospitalarios (exhibidos como  bandera  del  sistema  sanitario  público)  al  tiempo  que  tenía  lugar  un abandono de la AP, que subsistió gracias al encomiable esfuerzo y compromiso de los profesionales.

 

¿Cómo se ha llegado a esta situación? En nuestra opinión la gestión negligente de los recursos humanos junto con el hospitalocentrismo y “bunkerización” de los servicios hospitalarios, son los dos pilares  que sostienen la mesa de la insostenible situación actual de la AP. Vamos a desarrollar en mayor profundidad estas dos cuestiones.

 

1. Gestión negligente de recursos humanos

 

La ausencia absoluta de planificación para enfrentar las jubilaciones se tradujo en una falta de atención al recambio generacional a la hora de crear y dotar las plazas MIR.   Además   también   contribuyó   la   política   errática   y   bandeante   en   el establecimiento de prórrogas a los médicos que llegan a su jubilación.

 

Por otra parte, la oferta de contratos de baja calidad que propició la migración de profesionales (excelentemente formados via MIR) a otros países o a la sanidad privada. No es cuestión de aumentar ahora las plazas MIR, es cuestión de ofertar contratos sensatos y de calidad, que permitan la conciliación de la vida profesional con la sociofamiliar. “Si el agua se te va por el sumidero, lo sensato no es abrir más el grifo, sino poner el tapón”.

 

 

Estas dos circunstancias explican el paro cero y el déficit de profesionales que constituyen la panacea de la administración para explicar la situación actual. Situación de la que son absolutamente responsables por su gestión negligente y deliberada que comporta: 1) la no sustitución de las ausencias, 2) la asunción obligatoria de los pacientes de compañeros ausentes (intersustituciones), 3) la necesidad de realización de prolongaciones voluntarias, mal remuneradas y deficientemente estructuradas y planificadas. Todo ello se traduce en jornadas agotadoras   de   trabajo   con   el   correspondiente   riesgo   para   profesionales   y pacientes.

 

2) Hospitalocentrismo y “bunkerización” de los servicios hospitalarios

 

La joya de la sanidad pública en Vigo es el hospital Álvaro Cunqueiro, y lo es, por sus instalaciones, infraestructuras, aparataje, profesionales, etc. Sin embargo, el sistema de acceso al hospital por parte de los pacientes procedentes de AP está absolutamente acorazado. Este blindaje se verifica a través de una ausencia absoluta de consultas presenciales de carácter urgente y preferente, y el establecimiento de teleconsultas como única vía de acceso (consulta virtual), con un protocolo muy complejo y farragoso que requiere una historia clínica detallada y una serie de exploraciones complementarias previas, con la posibilidad de rechazo por parte del profesional hospitalario teleconsultado. Teleconsultas que además ya han generado su propia lista de espera, añadida a la de las consultas presenciales, antes mencionada. Pero además, y consecuencia de lo anterior, se han generado los denominados buzones virtuales (verdadera perversión de la teleconsulta) que podríamos definir como el pozo sin fondo en espera de la teleconsulta, de la consulta presencial o de las pruebas complementarias.

 

En definitiva, se ha establecido un sistema perverso que comporta:

 

1. Máxima dificultad en el acceso del paciente a la atención hospitalaria (acceso prácticamente exclusivo a través de teleconsulta).

 

2. Permanencia de los pacientes en los buzones virtuales que suponen un limbo asistencial (incluye consultas virtuales y presenciales, exploraciones complementarias, tratamientos, etc.) que no resuelve los problemas de salud.

 

3.  Recirculación  indefinida  de  los  pacientes  en  la  cinta  cíclica  de  la  AP  (sin capacidad resolutiva definitiva) a la espera del establecimiento de un “puente circunstancial y transitorio” que les permita el acceso al hospital.

 

4. Propaganda y exaltación de la accesibilidad a AP con la intención de tranquilizar a la población. Cuando, en realidad, se trata de una accesibilidad falsa, perversa, ciega y sin salida por la mencionada dificultad máxima del “salto a la cinta de atención hospitalaria”.

 

La combinación de los dos pilares anteriores (gestión negligente de recursos humanos y hospitalocentrismo y bunkerización de los servicios hospitalarios) se ha traducido en una escasez y envejecimiento de los médicos de AP que, con cupos amplios de pacientes también envejecidos y complejos,  se enfrentan diariamente a

 

 

consultas masificadas sin posibilidad de acceso a pruebas complementarias y sin posibilidad de derivación real a las consultas hospitalarias, configurándose así una situación evidente de riesgo sanitario poblacional. Ante esto las autoridades sanitarias, desde su atalaya, proclaman las mejoras en infraestructuras y material y anuncian inversiones millonarias. Sin embargo, la realidad real de cada día en las consultas de AP, en la trinchera (valga el símil militar), es la que acabamos de describir.

 

¿Cuál ha sido el papel de los médicos ante este binomio problemático?

 

Los médicos hemos utilizado dos instrumentos: el código deontológico de la organización médica colegial y nuestra voluntad y espíritu de diálogo. Esto se ha concretado, además de en nuestra dimisión, en la denuncia de la situación ante las autoridades y gestores sanitarios a través de múltiples escenarios de diálogo y negociación.

 

Por su parte, las autoridades sanitarias adoptaron una actitud dilatoria; diluyendo el problema, fundamentalmente médico, en el contexo del resto de profesionales de la AP. Se crearon comisiones, subcomisiones, comités, etc., que condujeron al mencionado “nuevo modelo”, cuya piedra angular, TRIAP, resultó ser un intento fallido de priorización en la consultas de AP. Su fracaso vino motivado por varias razones: ausencia de consenso entre los profesionales implicados, ausencia de planificación y estructuración adecuadas, ausencia de formación previa y finalmente ausencia de la tan necesitada capacidad jerárquica para ponerlo en marcha.

 

Todo ello en un contexto de invocación y apelación al diálogo, incluso exaltación mediática  del  diálogo,  al mismo tiempo que se nos tilda de un radicalismo de origen espurio y no exento de contaminación política. Conviene recordar que previamente, coincidiendo con nuestra dimisión, se nos descalifica argumentando que esta carece de importancia pues se dispone de otros 500 médicos y que cualquiera puede asumir la jefatura vacante. ¿Se puede ofender más  groseramente a unos profesionales que venían desarrollando satisfactoriamente su trabajo a lo largo de muchos años? ¿Se puede ofender más gratuitamente a otros profesionales que estarían en disposición de asumir las jefaturas vacantes?

 

A pesar de ello, aceptamos el diálogo, y lo afrontamos con ilusión y lealtad, pero pronto comprobamos que se trataba de un diálogo falso por cuanto el verdadero incluye no sólo la reunión física, sino la voluntad real y sincera de interactuar de modo efectivo con la otra parte para alcanzar un acuerdo satisfactorio. Significa ceder, pactar y cumplir.

 

Por todas estas circunstancias es evidente que los responsables de la EOXI están inhabilitados para cualquier tipo de diálogo o negociación. Ante esta situación no nos queda otro remedio que recurrir a la huelga.

 

La  huelga  es  un  derecho  que  tienen  los  médicos  que  deriva  a  su  vez  de  su obligación deontológica de denunciar unas condiciones de trabajo y atención inadecuadas para solucionar los problemas de salud de sus pacientes. Es la única

 

 

alternativa que nos queda a los médicos ante un diálogo falso y dilatorio que nos empantana en una ciénaga. Además, en este momento es uno de los instrumentos que permite atisbar alguna esperanza en la mejora asistencial de los problemas de salud de la población.

 

Finalmente nos gustaría destacar que, al tiempo que se nos tacha de radicales, se menciona la ausencia de apoyo sindical a esta huelga. Una falacia más. Los sindicatos médicos CEMS y OMEGA acaban de pronunciar su apoyo al igual que un sindicato generalista como es la CIG. Agradecemos muy sinceramente su gesto, al igual que el del colegio médico de Pontevedra que se posicionó inequivocamente a favor de la misma y nos ha respaldado en todas nuestras reinvidicaciones.

 

 

COMITE DE HUELGA DE MEDICOS DE ATENCION PRIMARIA AREA DE VIGO

 

Julia Bóveda Fontan .Marta Delfín Vázquez. María Pilar Fandiño Pena. Alberto García Pazos. Luciano Garnelo Suarez. Ignacio González Yebra-Pimentel. Luis López Vilar. Carmen Loureiro Veloso. Ángeles Lora Sánchez. Julio Enrique Prado Domínguez. Juan Sánchez Lastres. María Jesús Soto Vázquez.