Cartas al director

Ángel Carnicero, un corazón de padre

 Quiero aprovechar la ocasión que me ofrece este diario para mostrar mi infinito agradecimiento a Ángel Carnicero, sacerdote. Como su nombre sugiere, apareció en mi vida como un verdadero ángel, en un momento de mucho dolor y sufrimiento, en el que estaba sumida en una profunda depresión ocasionada por la decepción de personas en las que yo tenía depositada una confianza plena y que eran referentes morales para mí. Frente a actitudes que ocultaban la verdad, alejamientos, silencios cómplices con el mal, silencios diluidos en una cobarde y clerical actitud, silencios para no complicarse la vida, silencios y palabras de personas que contrariamente a la vocación que representaban provocaron muchas lágrimas.
Ángel me abrió las puertas de su corazón y ejerció conmigo la teología de la ternura; como Jesús, supo detenerse ante mis heridas y descalzarse ante mi alma, dejándome expresar libremente las heridas que sangraban en mi interior. Hizo suyo el ejercicio apostólico de escucha al que incansablemente invita el papa Francisco a los sacerdotes. Gracias, padre, hermano en la fe y amigo Ángel por compartir y cargar sobre tus hombros mi dolor.