Atlántico
Gaza: ¿Olvidada?
El amor que compartimos con nuestros seres queridos es el tesoro más valioso que poseemos. Los lazos que formamos en esta vida no se rompen con la muerte, se transforman y se profundizan en la eternidad, ya que el amor es un vínculo eterno que no se limita a la experiencia terrenal. La creencia en la vida eterna es un profundo consuelo; la fe en la resurrección nos da la certeza de que la muerte no es el final, sino una transición hacia un reencuentro glorioso en el Cielo.La muerte puede separar físicamente a las personas, pero nunca podrá romper el vínculo de amor, ya que este es más fuerte que la muerte, y en este amor encontramos la verdadera esencia de la vida.
Cuando oramos por nuestros seres queridos difuntos, no sólo fortalecemos nuestro vínculo de amor con ellos, sino que contribuimos a acelerar su proceso de purificación en el Purgatorio, para que puedan gozar cuanto antes de la contemplación de Dios.
Al mismo tiempo, ellos también pueden hacer algo tan importante por nosotros como es su intercesión ante Dios en momentos de necesidad o dificultad. Esto se debe a que la fe y el amor no tienen límites, se prolongan más allá de la muerte. Esta es la esperanza cristiana, la unión espiritual entre vivos y difuntos, previa al reencuentro definitivo en la morada eterna, el Cielo.
Rosa Carolina Crespo.
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