EL VIGO MÁS DESCONOCIDO

Vigueses e isleños: 145 privilegiados

En la isla Sur de Cíes hay dos viviendas, una de ellas con censo municipal. En la norte hay media docena, además del camping, con "isleños" ocasionales.
photo_camera En la isla Sur de Cíes hay dos viviendas, una de ellas con censo municipal. En la norte hay media docena, además del camping, con "isleños" ocasionales.
En Cíes hay ahora cuatro personas censadas y otras 141 en Toralla, todos ellos por tanto residentes en el municipio vigués e inscritos como tales en el padrón del Concello. Una curiosa y peculiar forma de vivir

nnn Se puede ser vigués, residir y estar censado en la ciudad, y al mismo tiempo isleño. Privilegio de que el municipio cuente con tres islas habitables, todas las que hay en la Ría salvo San Simón, que tras un pleito perdido -Vigo alegaba la jurisdicción de la Autoridad Portuaria y que su capilla está vinculada a la parroquia de Teis- acabó formando parte del Concello de Redondela. Pero las tres (o dos) Cíes están habitadas durante todo el año, al menos en teoría, con cuatro personas que allí han fijado su residencia principal ya que disponen de una de la decena de casas abiertas, excluidas del Parque Nacional al haberse construido antes de la creación de dicho espacio natural público. A día de hoy, según el registro municipal, Cíes cuenta con cuatro habitantes allí empadronados. Y resulta sorprendente, porque hubo dos bajas recientemente, una en la Sur, otra en la Norte, pero finalmente la población isleña permanente (en teoría) se ha estabilizado en cuatro personas. Además, hay un grupo mayor, quizá una docena o más, que cuentan con residencia en el archipiélago que abre la Ría, pero cuyo domicilio oficial se encuentra en el “continente”. Ser vecino de Cíes, además de una curiosidad, no supone nada especial desde el punto de vista administrativo: tan Vigo es la playa de Rodas como la de Samil, y una persona nacida en las islas sería tan vigués como si hubiera venido al mundo en la Porta do Sol. 

Los isleños -seis censados y media docena con vivienda familiar- son poco dados a la exhibición mediática. Uno de ellos, que no quiso dar el nombre y mucho menos hacerse una foto, explicaba que sus recuerdos de la infancia están en Cíes y su sueño es poder retirarse allí tras la jubilación. Este vigués de la isla dice sentirse un privilegiado aunque recalca que con ciertos sacrificios. “No todo el mundo sirve para tener una vivienda allí. Hay que trabajar mucho para tenerla en condiciones de habitabilidad porque no cuentas con la logística de la que dispones en una ciudad”.  Empadronado en el Parque Nacional y con una casa en la que ya hay una tercera generación de su familia, lamenta la imagen errónea que desde fuera se tiene de los isleños. “Nos ven como si fuéramos millonarios con caprichos de lujo cuando en realidad venimos de familias humildes, corrientes, de marineros”. Para él, la mejor estación para disfrutar de la belleza de Cíes es en otoño, “hay otra luz, silencio, sin murmullo ni olor a crema de sol”. Acostumbrado a pasar temporadas en su casa en la isla, relata cómo ha habido un cambio radical desde que las Cíes se convirtieron en la joya de la corona del Vigo turístico. “El verano ya no es el mismo, a veces tenemos que esperar a que se pase la temporada para poder disfrutar de la tranquilidad. Ante los visitantes nos sentimos a veces como si fuéramos monos, nos observan, se acercan a la casa, preguntan”. Incide en que “para mí ir a Cíes es como el que va a su aldea los fines de semana”. Frente al lujo de disfrutar  desde la ventana de tu casa de un espectacular amanecer con una taza de café en la mano se encuentra la dificultad de no contar con supermercados, de tener que trasladarse en barco pendiente del estado del mar o de verse obligado a solicitar permiso para invitar a alguien a pasar el día en su casa. “Cuando era pequeño recuerdo que todo el mundo ayudaba a los guardias (entonces dependía del Icona) a desbrozar, etc... nuestras generaciones han contribuido a cuidar el medio ambiente”. El trabajo le obliga a estar en Vigo pero su domicilio oficial en las Cíes le permitía acudir a su casa durante el confinamiento, aislado de cualquier contagio del virus. 

"Soy de Cíes, hay meses con las islas para nosotros solos"

n n n Ya lo contó en este diario: Obdulia Sotelo es nieta e hija de isleños. Siendo niña vivía con su hermana en Cíes todo el año y ahora todavía lo hace cuando puede, en principio desde marzo a octubre gracias a que dispone de una vivienda permanente en la isla del centro, la del Faro, hay tres casas y unas cinco o seis personas, sin contar el restaurante y el bar de Serafín, también con residencia permanente. Son viviendas excluidas del Parque Nacional, como una especie de aldea en el interior. En total hay 12 propietarios, entre casas y fincas, de los cuatro, uno en la Isla Sur, y tres en la Norte.  En el pequeño cementerio hay un grupo de tumbas, entre ellas la de su abuela, que se llamaba como ella,  un matrimonio que vivía en la isla Sur, que era familia, y los niños Alicia y Manuel. Y además una tumba sin nombre, de una persona que apareció en la playa. Contaba a Atlántico que sus padres vivieron hasta el año 2000 en Cíes, de la pesca y de lo cultivaba mi padre, algo de Icona (que gestionaba las islas) y de un negocio que montó mi madre", explica. "Soy de la isla. Lo que más me gusta el mes de mayo es una maravilla " y como paraje "La silla de la reina".  Y un temor expresado a que el cercano paraíso tenga un abrupto final antes de lo previsible: "Tengo la sensación de que las playas son más pequeñas ahora, tanto Rodas como Figueiras". 
"Hay muchos días que la isla es para nosotros solos, para mi hermana y para mí y los forestales. Nosotros queremos seguir allí, y que la casa pase a nuestros sobrinos, de vender nada. Ni aunque pudiera ser casa rural, somos unos enamoradas de la isla. Además, los inviernos no son duros allí, antes sí, pero ahora no". n

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