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Viguesas que se pasaron al rural

María Rodríguez, a la entrada del coworking Sende, en Senderiz
photo_camera María Rodríguez, a la entrada del coworking Sende, en Senderiz
Cinco mujeres nacidas en Vigo cambiaron la ciudad por el pueblo para desarrollar proyectos profesionales innovadores y demostrar que el rural gallego tiene futuro, solo echan de menos mejores servicios

Las hermanas Marta y María Álvarez Quintero; Marina González y su hija Tania Baños o María Rodríguez pertenecen a distintas generaciones, pero tienen en común haber nacido en Vigo y emprender su proyecto profesional en el rural gallego.
Compromiso, esfuerzo e innovación caracterizan sus aventuras empresariales que van desde la ganadería ecológica con derivados en la cosmética, pasando por el hospedaje para acabar en la propuesta del primer espacio "coliving" y  "coworking" en una aldea.
El acceso a internet es fundamental y el mayor handicap para sus empresas. Consideran que el rural gallego tiene mucho potencial y futuro, pero coinciden en asegurar que hay que mejorar los servicios básicos. Además de una conexión online eficiente, también requieren una red eléctrica potente o una promoción adecuada del patrimonio y del medio natural donde se encuentran.

MARÍA RODRÍGUEZ. Socia del espacio Coworking Sende 

María Rodríguez, a la entrada del coworking Sende, en Senderiz

“Sende es un proyecto social con un importante micro-impacto en la zona”

María Rodríguez, 31 años, educadora e integradora social, abrió hace siete años con su pareja el espacio de coworking Sende en la aldea ourensana de Senderiz, con tan solo veinte vecinos. En este tiempo por su casa pasaron más de 3.000 personas de 56 nacionalidades. “Queríamos trabajar en el entorno rural, teníamos experiencia en la organización de eventos internacionales y nos dimos cuenta que en el rural, con menos distracciones, el vínculo es más fuerte”. Organizan eventos en formación de derechos humanos, mediación de conflictos y eventos artísticos como “Bosquexo”. La otra opción es el uso como oficina con la filosofía coworking: “No se viene a hacer turismo, sino a trabajar”.

Lo peor fue conseguir una buena conexión online: “Empezamos con satélite, mejoró algo con el 4G, a ver si en un año llega la fibra al rural”.

La elección de la aldea no fue casual. “Unos amigos de mis padres son de aquí y compraron una casa, fue una base para iniciar”. Ahora tienen seis viviendas separadas con capacidad para 20 personas, que aumenta a través del alquiler. “Sende es un proyecto social con un importante micro-impacto en la zona, para la ganadería, la farmacia o la tienda”. Por ahora su negocio no atrajo a nuevos vecinos, “nosotros plantamos una semilla, que ya está en la tierra, en algún momento dará su fruto”.

MARINA GONZÁLEZ, propietaria del hotel Celanova

Marina González, junto a su hija Tania Baños, en el hotel Celanova

“Es una lucha tremenda, pero aquí hay un trato más cercano con el cliente”

 Marina González, de 57 años y con experiencia en la gestión de hoteles, decide recuperar el único hotel de Celanova, que llevaba quince años cerrado. Vecina de Teis y sin ningún vínculo con la villa ourensana, lo conoció a través de su contable. “Nos lo planteamos como un proyecto en distintas fases, primero conseguimos los permisos y abrimos como un hotel de dos estrellas; estamos en la segunda fase; este año, el cuarto, iba a ser el del despegue, pero llegó el covid y lo estropeó todo”. Con la ayuda de su hija, Tania Baños, de 30 años, volvió a empezar. “Se nos cayó todo, pero ahora volvemos a tener grupo para septiembre; podemos aguantar hasta Semana Santa con  la esperanza de que esto mejore”. 
Desde Celanova, trabaja directamente con los mayoristas para traer autobuses con grupos, acude cada año a Fitur para promocionar la comarca. “Es uno de los pocos sitios que aglutina seis bienes catalogados como interés cultural, pero no se difunde lo suficiente, no se conoce; tuve huéspedes que llegaron a Peinador y el taxista no sabía cómo traerlo a Celanova”.
Con el objetivo puesto en las tres estrellas, sigue trabajando: “Es una lucha tremenda, pero aquí hay un trato más cercano con el cliente”.

MARTA Y MARÍA JOSÉ ÁLVAREZ QUINTERO, de Muuhlloa 

Marta y María José  Álvarez Quintero, en su explotación ecológica.

“La cosmética ecológica es darle un valor añadido a la producción láctea”

 Marta y María José Álvarez Quintero, hijas de Mary Quintero, la fotógrafa de referencia en Vigo, volvieron a la tierra de sus padres en Monterroso. La primera en iniciar la aventura fue Marta, de 49 años, cuando hace 20 años retomó la granja familiar, Granxa Maruxa. “Comenzar fue complicado, porque supuso aprenderlo todo y luego vino la reconversión a la producción ecológica”. Ocupa a otras tres trabajadores más que cuidan de las 52 vacas, pero no es la única ocupación de Marta, que ya ultima la salida de derivados lácteos innovadores.
Hace seis años, su hermana mayor, María José, 57 años, que llevaba el estudio de fotografía, decidió trasladarse también a la aldea: “Acaba de cumplir 50 y la crisis golpeaba fuerte, en la calle Ecuador cerraron muchos establecimientos, con mi hija acabando la carrera en Santiago y sin ninguna carga familiar, pensé que era el momento del cambio”. Así se involucraron en un nuevo proyecto, que está recibiendo muy buena acogida, Muuhlloa, cosmética ecológica: “La nuestra es la única leche corporal que realmente lleva leche”. Colaboran con cinco socias que cultivan plantas aromáticas: “La cosmética ecológica es darle un valor añadido a la producción láctea”.

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