10 AÑOS SIN ETA

Seis vigueses han muerto víctimas de atentados terroristas

Atentado a un furgón de Prosegur en Vigo en el año 2000, con dos fallecidos.
photo_camera Atentado a un furgón de Prosegur en Vigo en el año 2000, con dos fallecidos.
La barbarie terrorista dejó en treinta años siete víctimas mortales en la provincia, una sola atribuida a la banda 

Los diez años del fin de ETA han devuelto a la memoria colectiva el sufrimiento de las víctimas del terrorismo. En medio siglo, las ejecuciones terroristas dejaron 89 fallecidos en Galicia, 70 con el sello etarra y el resto cometidas por el Grapo, el Exército Guerrilheiro do Pobo Galego Ceive y el yihadismo. En la provincia, el triste recuento deja seis vidas sesgadas, solo una a manos de ETA. 

El 20 de mayo de 1986 a las cinco de la tarde, Nemesio Fuentes Pedreira recibía un disparo en la nuca cuando estaba sentado en las gradas de un frontón de la localidad vizcaína de Arrigorriaga. Natural de Agolada, este policía nacional de 27 años destinado en el País Vasco, moría ejecutado por una mujer, en un acto reivindicado por la banda terrorista.

Ocho años antes comenzaba la escalada sangrienta del Grapo (Grupo de Resistencia Antifacista primero de Octubre) en Vigo, su ciudad de origen, y con ella la primera víctima mortal en la ciudad vinculada al terrorismo. Era el 13 de junio de 1978. Un comando de tres pistoleros secuestraban a Juan Ángel Santos, un estudiante al que creyeron confidente. Le llevaron hasta  el monte de A Madroa y allí lo ejecutaron. Su cuerpo era encontrado días después en avanzado estado de descomposición. Los tres autores del asesinato fueron condenados a 25 años de cárcel.

Olegario Collazo Melón, un administrativo de Vulcano de 45 años, caminaba hacia su vehículo aparcado en Travesía de Vigo. Eran las cuatro de la tarde del 9 de abril de 1979. Al subir al coche, un joven se acercó por la ventanilla y le disparó varias veces. Murió de camino al hospital. Casado y padre de cuatro hijos, fue confundido por un inspector de Policía que vivía en la zona. El atentado fue reivindicado por los Grapo. Cuatro personas fueron condenadas a 25 años de cárcel (el autor material), a 22, el autor intelectual y otras dos mujeres, a cuatro años por colaboradoras con banda armada.

Uno de los atentados más sangrientos en Galicia se llevó por delante la vida de una estudiante viguesa, Mercedes Domínguez Rodríguez, de 26 años. Fue durante el ataque a la discoteca Clangor, en Santiago de Compostela. Una bomba del Exército Guerrilheiro explotaba en el interior, en la víspera de la fiesta del Pilar del 1990, haciendo saltar por los aires el local, repleto de personas. Murieron los dos terroristas que llevaron el explosivo fallecieron por la deflagración en la que también pereció Mercedes y otros 46 jóvenes perdieron la vida. 

La masacre de Vigo llegó el 8 de mayo de 2000. Así definió el ataque a un furgón de Prosegur uno de los miembros del Grapo que participó en el acto más sanguinario en la ciudad. El furgón llevaba 390 millones de las antiguas pesetas y a la altura de la carretera provincial se desató la tragedia. Los terroristas colocaron tres artefactos explosivos de fabricación casera, solo uno, en el suelo explotó, obligando al vehículo a parar y a sus ocupantes a salir fuera. A partir de ahí, comenzó un tiroteo en el que se llegaron a recoger hasta 90 casquillos. Gonzalo Torres Lage, de 60 años y conductor del furgón, murió acribillado. Jesús Sobral Otero, el otro vigilante de 28 años, ingresó muy grave en el Hospital Xeral, donde murió poco después. Un tercero resultó herido. 

Rubén Alonso Ríos, vigués de 30 años y cabo de la Brilat, perdió la vida a consecuencia de un ataque yihadista en Afganistán. Ocurría el 9 de noviembre de 2008, en el distrito de Shindand, a unos 100 kilómetros de Herat, cuando un convoy compuesto por 12 camiones del ejército afgano y 6 blindados españoles regresaba de un ejercicio de instrucción con tropas afganas a la base de Herat. En ese momento, un vehículo conducido por un kamikaze que contenía con una gran cantidad de explosivos envistió al último blindado, causando la muerte de Ríos y su compañero asturiano Juan Andrés Suárez García y causando heridas graves a otros cuatro. Participaba en una campaña de asesoramiento y apoyo al Ejército Nacional Afgano. 

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