Testigos de la guerra de Guixar

Los Siete de Guixar, reunidos en una comida en Fornelos, donde se volvieron a encontrar 30 años después de la “guerra”.
photo_camera Los Siete de Guixar, reunidos en una comida en Fornelos, donde se volvieron a encontrar 30 años después de la “guerra”.
El primer equipo que se encargó de gestionar la planta de residuos de Sogama se reúne 30 años después               

Raimundo era el jefe del primer equipo de noche, siete personas, y encargado de que la planta de Sogama en Guixar cumpliera con aquello para lo que fue construida, la transferencia de basura, de eso pronto hará 30 años.  Los siete están jubilados y esta semana se reunieron por primera vez en mucho tiempo para recordar aquellos momentos con la suficiente distancia para confirmarse en todo lo que ya entonces pensaban, que la “movida” que se montó, con movilizaciones y sobre todo una guerrilla permanente, no fue espontánea sino “política contra el alcalde “ y además ”alguien pagaba, aunque no sé quién”. “Era una auténtica guerra, por el día no había problema, pero por la noche daba miedo, cada vez que entrabamos allí era como ir a una guerra, no se sabía qué podía pasar, era una gran incertidumbre, lo pasamos fatal”, cuenta Raimundo, quien con el tiempo transcurrido, tiene muy claro lo que ocurrió y por qué. “Aquello fue una historia política, estaban allí los de Sí Teis, que luego de la noche a la mañana desaparecieron”, cuenta.  Lo más llamativo, y peligroso, era que en el edificio situado frente a la planta, en concreto en el quinto piso, tiraban bolas de acero hechas en Vulcano. “Los que estábamos dentro menos mal, pero los que se encontraban fuera estaban asustados, daba mucho miedo”, señala.

La empresa donde trabajaban los siete de Guixar era Sapma, una firma nacida en Asturias que fue contratada por Sogama para gestionar la planta viguesa, donde cada noche llegaban 300 toneladas de residuos de toda la ciudad. Que la “empacadora”, como se la llamaba entonces, se hubiera instalado en Guixar no era por capricho, sino pura razón: los camiones llegaban, y lo hacen todavía hoy, vertían en grandes contenedores y estos eran a su vez trasladados al tren, que se encuentra a unos metros, para su traslado a Sogama en Cerceda. De esta forma desde hace casi 30 años no hay basura en Vigo, lo que a su vez permitió el cierre del vertedero del Zondal, en Valladares, que hoy ya puede ser utilizado como un parque, si bien restan trámites administrativos y ambientales. “Se hablaba de llevar la basura a Fornelos o a Mos, pero eso es una locura, era mucho más caro y quemaba a los camiones al obligarlos a hacer miles de kilómetros al año, Guixar era el sitio lógico, y la prueba es que allí sigue”, cuenta. 

Los Siete de Guixar pasaron un tiempo en Vigo hasta que la empresa para la que trabajaban dejó de gestionar la planta de Guiar. “Algunos quisieron quedarse allí, otros se pasaron a la recogida selectiva y en mi caso me fui a Marín. Tenía confianza con el encargado de mantenimiento de la planta de Sogama, y así decidimos quedar unos cuantos que trabajamos entonces”, explica. También la empresa sufrió notables cambios en su propiedad. Originalmente, Sapma era una compañía del grupo de Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, que más tarde pasó a llamarse Urbaser. Luego se vendió a una compañía china y luego a otra americana.

Una pesadilla

Vuelve a sus recuerdos muy vivos sobre los años noventa, cuando llegaron a Guixar. Lo que tendría que haber sido un trabajo sencillo se convirtió en una pesadilla. En esencia, se trataba de garantizar que los camiones entraran por la parte superior hasta las tolvas de basura, y completar el proceso con la transferencia a los contenedores y de ahí al tren. Con lo que no contaban es que se iban a convertir en objetivos de una guerrilla que no paraba. “Cuando entramos en Guixar, todavía no estaba funcionando la planta, luego tuvimos que parar muchas veces la actividad porque había amenazas de bomba, se pasaban noche muy complicadas”, asegura.

“Había noches en que explotaban bombas, nos tirábamos al suelo como si estuviéramos en plena guerra, la noche era terrible, y aquello fue todo política”, señala, poniendo el acento en “Carlos Príncipe, que era el alcalde, y Manolo Pérez, que lo fue después”. Y sigue: “En una ocasión salí fuera de la planta porque no se podía trabajar y había chavales con las motos que lanzaban bombas de palenque por el tubo, como si estuviéramos en plena batalla. Quién lo pagaba, no lo sé, pero los chavales ganaban 10.000 pesetas cada uno (unos 60 euros actuales, aunque hace 30 años equivaldrían a 100 como mínimo), eso me lo dijeron ellos”.

“¿Dónde está Sí Teis, que desapareció de la noche a la mañana, cuando cambió el alcalde, esto fue todo por la política y pudo morir alguien allí", afirma Raimundo con datos en la mano, recordando "la manipulación recuerdo una bengala que lanzaron contra un camión, si cae sobre el conductor lo mata”, zanja.

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