Arquitectos y urbanistas señalan las pérdidas de edificios históricos y su reconstrucción

Las piedras que guardan la historia local esperan turno

Piedras del Colegio Alemán, en un local municipal.
El vídeo y libro 'Aquitectura Perdida' de Cristian Freire vuelven a poner encima de la mesa la historia de edificios que fueron emblemáticos y que desaparecieron en todo o en parte. En algunos casos, se conservaron las piedras,a la espera de una reconstrucción que no llega.

Hay acuerdo entre Cristian Freire y el arquitecto e historiador Jaime Garrido en que la mayor catástrofe de la ciudad fue la demolición del edificio Rubira, en la esquina de las calles Colón y García Barbón, para levantar en su lugar la sede local del Banco Bilbao, hoy BBVA. El Rubira era probablemente el mejor inmueble de la ciudad, ejemplo de arquitectura civil de Jenaro de la Fuente. No obstante, sus piedras no se perdieron del todo y algunas de ellas -las que formaban arcos y otros elementos decorativos- acabaron en una finca de la familia Regojo en Redondela. En 2001, el entonces titular municipal de Cultura y número 2 del Concello, Carlos Príncipe, propuso al BBVA reconstruir la fachada, pero la entidad bancaria descartó la idea por su alto coste.

Sobre este asunto ha escrito un libro otro arquitecto, José Antonio Martín Curty, donde arremete contra el derribo autorizado siendo alcalde Portanet con un símil: 'Supongamos que en la Barcelona de los años sesenta apareciese un omnipotente ente financiero que le echa el ojo a un edificio modernista, proyectado por el futuro santo Antonio Gaudí, y situado en el mejor chaflán del Paseo de Gracia, por ejemplo. La entidad compra el edificio de sus amores, y amparada en informes técnicos infumables, llega a la conclusión de que el inmueble no les sirve para sus necesidades (económicas), optando entonces por presentar ante el Ayuntamiento un nuevo proyecto en el que simplemente se niega la existencia del edificio de Gaudí. El Ayuntamiento, con un imaginario alcalde tardofranquista al frente, fiel seguidor de la tecnología desarrollista, sigue el juego y elabora nuevos informes técnicos en los que se ignora que en aquel chaflán está la Pedrera. Se remata el jaque con un fantasmagórico permiso de demolición para desbrozar y 'limpiar' el solar de los molestos restos pétreos del pasado. Consumatum est.

Esta historia, que nos puede parecer increíble en el entorno barcelonés, es, sin la mejor exageración, la acontecida en aquel Vigo de los sesenta, pujante, arrollador y profundamente bárbaro.'

No es el único caso donde el ayuntamiento anda por el medio. Lo mismo pasó con el derribo del castillo de San Sebastián para construir el consistorio. El edificio histórico se salvó en parte gracias a la inclusión en el catálogo a conservar de los muros. También se ha propuesto su reconstrucción, que tendría que pasar por el derribo del Concello, lo que no parece probable. n

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