Un pedacito de Praga vive en la educación viguesa
El colegio Niño Jesús de Praga cumple 120 años, cuyo origen está conectado con una figura ubicada en la República Checa
La unión entre Vigo y Praga cumple 120 años. Una conexión religiosa, que conlleva beneficiencia (tan necesaria a principios del siglo XX), educación y devoción. El colegio Niño Jesús de Praga, ubicado en la calle Areal y con la cercanía del mar al fondo, cumplió 120 años de presencia en la ciudad. Su historia se empezó a escribir a través de la solidaridad, con una cesión de una casa por parte de una devota a las Hijas de la Caridad, una entidad que, sin ser religiosa, comulga con los valores de una vida apostólica, ayudando al más necesitado. Lo curioso es que esa cesión tuvo dos peticiones: esa pequeña instalación sería dedicada a ayudar y educar a los niños de las mariscadoras que, en aquel tiempo inicial de siglo, vagaban por las calles viguesas sin un propósito vital y sin una figura adulta a la que observar. Y, la segunda, que ese centro se llamase Niño Jesús de Praga, ante la devoción que la mujer mostraba por una pequeña estatua de Jesús que, aunque tallada en España, fue cedida a la iglesia de Santa María de la Victoria y San Antonio de Padua, ubicada en la capital de la República Checa.
Tras cien años de dirección por parte de las Hijas de la Caridad, desde hace 14 la dirección fue llevada primero por José Ángel y, desde hace poco más de dos años, por Isabel González se erigió como directora pedagógica. “Hemos ido evolucionando con el tiempo”, aseguró la directora, que comulga con los valores educativos que compagina con las propias Hijas de la Caridad: “Llevamos a rajatabla el tema de los valores religiosos, el reciclaje o el medioambiente, además de estar muy unidos a las familias”. Siempre con las puertas abiertas, que comenzarán para la próxima semana.
Pero no todo fue rodado durante la existencia del colegio. Vivió dos épocas difíciles, que sobrevivieron gracias al esfuerzo de profesores y alumnos. El más cercano fue en marzo de 2020, cuando unos padres avisaban del cierre de los colegios por el covid: “Nos fuimos a casa y comenzamos una semana después a dar clase por Internet. Fue muy complicado porque nadie tenía experiencia en estos casos”. El apoyo psicológico y la unión con las familias, en un tiempo más cercano a ellas, logró salir adelante, aunque con consecuencias. “Los niños no sabían por qué estaban en casa y sufrieron mucho. Algunos (los más pequeños) arrastran problemas de dicción de tanto llevar la mascarilla”, señaló Isabel.
Otra fue el bajón en su economía, porque, según Sor Pilar, directora titular del centro, “la sociedad se encontraba en pobreza, y compañeras me comentaban que lo pasaron mal”, aunque ahora se encuentran en una época de esplendor donde “seguimos teniendo demanda. Con el ratio de la bajada de natalidad, ahora raro es el niño que se quede fuera”. Ayer cerró su celebración con una eucaristía y un vino español, con la presencia del alcalde Abel Caballero. “Habrá alguna más pero de puertas para dentro", sentenció Sor Pilar.
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