A un paso del sacerdocio

Samuel Montes, Javier Vila, Ángel Carnicero, Fabián del Amparo, Luis González y Miguel Andrés, en el Seminario.
photo_camera Samuel Montes, Javier Vila, Ángel Carnicero, Fabián del Amparo, Luis González y Miguel Andrés, en el Seminario.
Miguel Andrés Fernández, Fabián del Amparo Temporal y Javier Vila Martínez son los tres seminaristas que se preparan ya en la fase final para ser los párrocos del futuro 

El 19 de marzo, festividad de San Xosé, se celebra el Día del Seminario. “Es la oportunidad de acercar el seguimiento de Jesús y de crecer como hermanos y miembros de una misma familia”, afirma Luis González Cedeira, director espiritual del Seminario Mayor de Vigo. Junto a Samuel Montes y al rector Ángel Carnicero, forman a tres futuros párrocos: Miguel Andrés Fernández, de 44 años; Javier Vila, de 20 años y Fabián de Amparo Temporal, de 26 años.

Los tres tienen en común, en palabras de Carnicero, “haberse encontrado con Jesús, luego cada uno colorea a su modo la misma luz, su vocación”. Para Montes, sus alumnos “son jóvenes de hoy que fueron capaces de dar el paso y consagrar su vida a Dios”.

Cada uno vivió el momento de la llamada de la fe a su manera. Miguel Andrés, natural de Venezuela, es capaz de recordar la fecha exacta en que la sintió: “El 12 de febrero de 2018 le pedí a Dios una señal”; mientras para Javier Vila o Fabián de Amparo fue el resultado de un proceso. “Mi abuela es la madre de mi fe, todas las tardes me llevaba a misa; yo me portaba bastante mal y un día me dio un pellizco por bostezar, me dio tanta vergüenza que empecé a prestar atención”, recuerda Vila, de Ponteareas, que se interesó el seminario de Tui, acompañado por su abuela, al acudir a la ordenación de un amigo. “A mis padres no les parecía bien que con 11 años saliese de casa, pero tenía tantas ganas de ser seminarista que mi táctica consistió en suspender en el instituto para que me metiesen allí”.

En Salvaterra, la madre de Fabián es catequista, por lo que desde muy pequeño iba a misa. Haciendo el Camino de Santiago, un sacerdote le recomendó que preguntase a Dios qué esperaba de él, “en el segundo intento ya sentí la llamada”, asegura. 

El entorno social de los tres apoyó su decisión. “Al principio impactó porque no se lo esperaban, pero lo aceptan porque me ven feliz”. Ninguno ha pensado dónde les gustaría ejercer, aunque Javier muestra prioridad por la ciudad y Fabián por el rural.

Para sus profesores, como futuros sacerdotes “deben sentir el anuncio de Jesucristo en primera persona y compartirlo con su iglesia”, señala Cedeira. Montes añade que “si bien los contenidos doctrinales no deben faltar, también hay que pensar en la formación espiritual”.

Su rector busca que los seminaristas “crezcan en la configuración con Jesús, es el referente en el que tenemos que mirarnos, porque el único formador es él; tenemos que formar el corazón, dejándonos revestir con los sentimientos de Jesús”.

"El seminario no es un internado, es formar una comunidad"

Los seminaristas tienen un horario muy exigente, repartiendo su tiempo entre la oración, las clases y el estudio, “y muy importante la convivencia”, indica Ángel Carnicero, su rector. “El seminario no es un internado, es formar parte de una comunidad que se convierte en una familia”. El plan recoge seis años de estudios académicos: un primer ciclo de dos años, dedicados a las materias filosóficas y las ciencias humanas como la psicología, la antropología, la filosofía o la sociología; en el segundo ciclo, cuatro años, está centrado en la teología. “El día del Seminario es una buena oportunidad para volver la mirada hacia el centro y dar las gracias por los que están aquí y por ser testigos del valor que tiene la vocación sacerdotal y el regalo que supone”, afirma Carnicero. Un día cualquiera para los seminaristas comienza para el rezo de los laudes, continúa la eucaristía y la oración; después del desayuno, clases de 9 a 14 horas, comen y rezan el rosario para estudiar de tarde. Acaba la jornada con oración y cena.

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