Peligra un pilar clave de ayuda social en Vigo

Las integrantes de la Misión del Silencio, ayer, preparando la comida que sirven de forma presencia o reparten en tuppers en la calle Urzaiz.
photo_camera Las integrantes de la Misión del Silencio, ayer, preparando la comida que sirven de forma presencia o reparten en tuppers en la calle Urzaiz.
La Misión del Silencio necesita medios para no cerrar su comedor: tras 50 años, las hermanas viven su peor momento con recursos sólo para cuatro meses. Sirven 150 comidas diarias a los más necesitados

En casi 50 años de servicio, las Misioneras del Silencio, Viguesas Distinguidas, siempre han tenido las puertas abiertas en Urzaiz para los más necesitados. Con apenas cuatro integrantes en la plantilla y sirviendo alrededor de 150 menús diarios, su continuidad al servicio de los más desfavorecidos peligra, pues las hermanas cuentan con un presupuesto que solo sufragaría los gastos de cuatro meses más.

 

 

Al frente, la hermana Guadalupe pide desesperadamente ayuda: “Estamos pasando nuestro peor momento económico”, afirma. Día a día la misión reparte unos 150 servicios de comidas, unas 100 presenciales y alrededor de 50 en tápers para familias con niños y otras personas que no pueden quedarse en el comedor. Cada día acude más gente a la casa de las hermanas pidiendo un plato de comida caliente, pero los recursos menguan.

“Estamos muy agradecidas a todos los que colaboran con lo que pueden, pero las ayudas de las instituciones son ínfimas, los gastos mayores y esta situación se ha vuelto insostenible”, aseguraba la hermana Guadalupe Egido. “Aunque pensemos que en Vigo no hay necesidad, sí la hay, estamos en un momento económicamente muy malo, los gastos cada vez son mayores y recibimos menos ayudas”, mantiene la religiosa.

Ofrecer servicios de comida de este tipo implica no solo el coste de los alimentos también el pago de salarios y Seguridad Social de las cuatro empleadas además de luz, agua y mantenimiento. “Solamente al mes, en factura de luz pagamos unos 1.500 euros”, afirma Egido, quien añadía que en 2021 gastaron alrededor de 4.000 euros únicamente en tápers y bolsas de plástico para que, al estar las instalaciones cerradas, los solicitantes pudieran llevarse la comida a casa. “Intentamos que se reutilizaran los tuppers para reducir ese gasto, pero fue imposible, había quien lo traía muy sucio y no podíamos servirle así”, añade. 

La Misión reparte cada día el máximo de comidas posibles, aunque las colas en la puerta cada vez son más largas. Tal y como aseguraba la hermana, el perfil de personas que acuden día tras día es variado, desde “sin techo”, drogodependientes o marginados hasta familias y cada vez más hombres y mujeres que hasta hace unos meses tenían una situación económica estable. Para recaudar fondos la Misión junto a la Fundación Mayeusis realizará un concierto benéfico este viernes 1 de julio en Areal 118, además del llamamiento a la donación de fondos públicos y  privados para su continuidad al servicio de los más desfavorecidos.

Te puede interesar