Una mayor de 80 años de Tui, “adoptada” a distancia por una madrileña

La tudense Julita Rodríguez fue adoptada por la madrileña Elena Naranjo para combatir la soledad: “La querré hasta mi último día”

Publicado: 29 sep 2024 - 07:15 Actualizado: 29 sep 2024 - 12:16

Julita y Elena, ‘abuela y nieta’, felices en el Restaurante.
Julita y Elena, ‘abuela y nieta’, felices en el Restaurante.

Una adopción a la inversa. De abuelo a adulto. Todo ello con una barrera difícilmente estrechable: la distancia. Aunque no imposible. La tudense Julita Rodríguez encontró la nieta perfecta en Elena Naranjo, una madrileña de 53 años que buscó en Julita una abuela tras perder muy pronto a los suyos. La aplicación Adopta un Abuelo hizo posible esa conexión. “Yo trabajo en una empresa constructora muy importante en Madrid y hace tres años ofertaron un programa de voluntariado. Escogí Adopta un Abuelo porque consideré que esa figura tiene que ser eterna”, apuntó Naranjo. Rápidamente, se prendió de Julia, pese a la distancia: “Parecía muy activa, aún con más de 80 años y aunque yo vivo en Madrid y ella vive sola en Tui, nos llamamos todas las semanas y es muy gratificante”. Tanto que ya su pareja y tres hijos catalogan a Julita como “la abuela galleguiña”.

“Se pone mucho el foco en la adopción de niños, pero nadie piensa en los mayores. Ellos también son un colectivo vulnerable y pese a que no tengo mucho tiempo, siempre hay un hueco para llamar e interesarse por los abuelos”, señaló Naranjo, a quien desde la organización le aconsejan fijar una fecha concreta para ponerse en contacto con su ‘adoptada’ y que así no se genere ansiedad en la persona mayor por esperar esa citada llamada.

Elena Naranjo y sus hijos, junto con Julita en su visita a Tui en el mes de agosto.
Elena Naranjo y sus hijos, junto con Julita en su visita a Tui en el mes de agosto.

Tras tres años de conversaciones telefónicas, videollamadas y conseguir un fuerte vínculo emocional, este verano por fin se conocieron en persona. “A mi familia y a mí nos encanta Portugal, y este año decidimos visitar Ponte de Lima. Dio la casualidad que está muy cerca de Tui, y decidí ir a visitarla. Cuando se lo dije le hizo mucha ilusión”, dijo Naranjo. Un encuentro “muy emotivo, con muchos regalos”, donde Julita le mostró los encantos de Tui y “nos presentó a todos sus vecinos. Incluso se ofreció a pagarnos un hotel para que nos quedásemos allí toda la semana y así estar más cerca de nosotros”. Las despedidas, como siempre, se hicieron duras: “Me dio mucha penilla porque vi que era una mujer que necesita compañía, pero ya hemos quedado en vernos dentro de no mucho”.

Julita no tuvo una vida fácil. Perdió a su marido hace 40 años de un infarto y por desavenencias con su yerno, la relación con su hija se fue enfriando hasta ser casi inexistente. “Enfrentamientos con ellos hizo que me distanciase o incluso irme de mi propia casa hace 8 años porque estar allí no me ayudaba”, aseguró Julita. Ahora, con 86, vive en soledad, pero cuenta con la compañía a distancia de Elena, quien “me llama todos los jueves y, si no puede por trabajo, siempre intenta buscar un hueco”. También por Whatsapp. Pese a la edad, Julita se maneja bien con las nuevas tecnologías y así conoció la aplicación Adopta un Abuelo: “Soy una persona moderna y lo descubrí trasteando en internet. Decidí apuntarme, porque los mayores llegamos a una edad en la que pasamos desapercibidos y ya solo piensan en mandarnos a una residencia”.

Pese a contar con 1 hija, dos nietos y dos bisnietos, Julita fue adoptada en primera instancia por Irene, una mujer que la cuidó a distancia durante dos años hasta que se dio de baja como voluntaria. Pese a ello “seguimos de vez en cuando en contacto. Me llama y se preocupa por mí”. Tras Irene, apareció Elena, cuyo vínculo ya lleva forjándose tres años y no parece que se vaya a romper. “Es súper cariñosa, la quiero como si fuese mi nieta y la querré hasta el último día”.

El día del encuentro, Julita estaba muy nerviosa. Pensó en todos los detalles y reservó mesa para Elena y su familia en uno de sus restaurantes favoritos. Cuando la vio, “no dejé de abrazarla, la vi corriendo hacía mi y la reconocí enseguida, aunque solo nos habíamos visto en fotos”. Tras una buena comida, un paseo, conocer la ciudad y hasta disfrutar del paso de la Vuelta a España por Tui, tocó la despedida: “Le pregunté si esto sería la última vez que nos veríamos y me aseguró que no”. Todo ello entre regalos: Elena se llevó a Madrid un ramo de flores naturales, muchas cajas de bombones para los hijos y un bolso bordado a mano.

“Insistí para que se quedase todo el finde, pero venía acompañada y no pudo ser”, señaló Julita. Jovial y con un espíritu inquieto, aseguró que la distancia con Elena es salvable y pese a su difícil movilidad (fue operada recientemente de los tobillos) “en estos tiempos las distancias se acortan muy facilmente y por suerte tengo muy buena cabeza, así que para viajar estoy perfecta y ahora entendí que lo mejor que puedo hacer hasta el día que me muera es disfrutar lo máximo posible”.

Presencial y telemática

La aplicación Adopta un Abuelo nació para luchar contra la soledad. En España, como Julita más de 2 millones de personas mayores viven solas y enfrentan desafíos como el edadismo y la brecha digital. A través de su aplicación, Adopta Un Abuelo se enfoca en mitigar esta soledad no deseada, proporcionando compañía y apoyo a través de programas de voluntariado online y presencial, promoviendo así la inclusión social. Comenzó como una atención presencial para acompañamientos a citas médicas o como simple compañía, pero desde el covid se abrió a la atención telemática. “Algunas personas mayores estamos muy faltos de cariño, abandonados, y eso es una pena", señaló Julita. Una adopción que hace feliz a ambas. A Julita le ayuda a seguir adelante, a ser escuchada y a entender que hay gente buena que se preocupa por ella. A Elena, que cuidar a los mayores es una obligación y una responsabilidad enorme. Algo que hace con sumo gusto.

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