La larga guerra entre Vigo y Redondela por la isla de San Simón
Episodios vigueses
Entre los episodios curiosos de esta ciudad de Vigo destaca la hoy olvidada “guerra” que la municipalidad libró contra Redondela desde 1975 hasta que el Tribunal Supremo la resolvió en 1981, por la jurisdicción sobre la isla de San Simón
Los de la Villa de Xan Carallás, con su característica retranca, decían: “Que veñan e que a leven, se teñen collóns”. Me tocó como periodista cubrir aquel divertido episodio en el que el gran capitán de las tropas redondelanas era su alcalde, el doctor Pedro Otero Rey, hombre, por cierto, como sus paisanos, de gran sentido del humor y decisión.
Estamos en 1975. Redondela había incluido la isla de San Simón dentro de su plan de ordenación, asignándole el carácter de zona turística, pues, en aquel tiempo se pretendía incluso instalar allí una fábrica de conservas. El Ayuntamiento de Vigo no estaba de acuerdo, y reclamaba su jurisdicción sobre la isla, remitiéndose a lazos históricos. En 1884, siendo presidente del Consejo don Alejandro Mon, se decidió instalar el lazareto de Sanidad Exterior del puerto de Vigo en aquella isla. Precisamente, algunos autores establecen una relación entre el crecimiento de Vigo y no de Pontevedra, pues otra pudo ser la historia si el lazareto se hubiera instalado en Tambo, que fue otra posibilidad. Los de Pontevedra consideraban un molesto vecino aquella instalación, donde se verificaban las cuarentenas. El argumento de Vigo era que la vida de la isla estaba vinculada y dependía de la actividad del puerto de Vigo.
Se cuenta que los capitanes de los barcos que venían por aquí se dieron cuenta de las enormes posibilidades de la ría y eso contribuyó al crecimiento del puerto. El caso es que Vigo disponía de una concesión administrativa sobre la isla por parte de la Junta de Sanidad Exterior que dependía directamente del Estado, de donde vino la confusión. A lo largo de su historia, al desaparecer los lazaretos la isla tuvo diversos destinos: desde campo de concentración tras la guerra civil, espacio de colonias infantiles, campamento del Frente de Juventudes y hogar de auxilio social. En la época del Frente de Juventudes la visitó José Solís, la sonrisa del régimen que estuvo a punto de perecer en el naufragio de la lancha de enlace con tierra. Creo recordar que en una de las rocas estaba colocada una placa.
El alcalde de Vigo, Rafael Portanet se interesó por la isla, con el propósito de incluirla entre el patrimonio municipal. Se llegó a especular con subastarla y privatizarla, por parte del Estado, como se hizo con otras islas, o sea, transferirla a un particular e instalar allí una escuela de hostelería, en tiempos de Fraga al frente del Ministerio de Información y Turismo. San Simón siguió siendo del Estado. En tiempos recientes hasta llegar a manos de la Xunta pasó por diversos proyectos, incluida una escuela de vela. Allí fue a parar el archivo de Sanidad Exterior, que era la historia misma de la emigración que salió de este puerto y que fue rescatado por el director del Archivo central de Galicia. Estaba tirado en uno de los viejos edificios en estado lamentable. Yo fui uno de los periodistas presentes en su recuperación en 1982, con la expedición del Archivo y el Ayuntamiento de Redondela. Hoy en día hay que destacar el excelente trabajo que lleva a cabo el Archivo Histórico Provincial de Pontevedra con la documentación rescatada, lo que ha supuesto ya la restauración de varios miles de documentos.
El Ayuntamiento de Vigo recurrió el Plan de Ordenación de Redondela y el pleito se eternizó durante años. En 1981 se zanjaba el largo contencioso sobre la jurisdicción municipal sobre la isla. Los argumentos de Redondela era muy sólidos, empezando por la propia situación del enclave. La razón se la diera primero la Audiencia Provincial, pero los alcaldes de Vigo, especialmente Joaquín García Picher, nunca se rindieron. Pero San Simón y San Antón eran de Redondela. Los jueces del Supremo razonaron lo que era más que evidente y el argumento de mayor peso era la proximidad al núcleo reclamante, como parecía lógico.
Fue una guerra algo absurda y al final prevaleció el sentido común.
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