EPISODIOS VIGUESES

El encuentro de 'las movidas Vigo-Madrid' y los incidentes en el Pazo de Castrelos

Macnamara, el cartel y Manuel Soto.
photo_camera Macnamara, el cartel y Manuel Soto.

Creo haber sido uno de los pocos periodistas vigueses que publicó en su momento el desmadre en que acabó, en una de las salas del Museo de Castrelos, la mariscada que el Ayuntamiento de Vigo ofreció a una masa de invitados diversos en aquel famoso encuentro de las llamadas “movidas” de Vigo y Madrid, celebrado en septiembre de 1986, en la que el Ayuntamiento presidido por Manuel Soto derrochó sin tasa fondos municipales. La cosa no acabó precisamente bien, de suerte que la repetición del encuentro que debería haberse celebrado en Madrid en 1987 nunca tuvo lugar.

El episodio más vergonzoso y grave de aquel aquelarre tuvo en vilo al entonces conservador de Castrelos, Angel Ilarry, asolado por lo que tuvo que soportar. Para la cena de despedida se usaba con mesa los expositores donde se exhiben piezas de enorme valor arqueológico e histórico. En un momento dado, el entonces novio de Pedro Almodóvar, llamado Fabio Macnamara, lanzó al aire una botella de cava que fue a caer sobre el rostro de la madrileña Teresa Lozano Díaz, a la que causó diversas heridas, por lo que tuvo de recibir tres puntos de sutura en el hospital xeral. Este y otros hechos dan la medida de aquel desmadre que supuso el encuentro de aquellas vanguardias, hechos a los que luego quiso restarles importancia.

Aquellos episodios costaron 18 millones de pesetas a los contribuyentes vigueses y madrileños. Pude acceder y publicar a una serie de documentos que demostraban que, para animarlos a venir a Vigo, se montó una falsa estructura organizativa, con cargos de los más diverso y falso, en que los de la movida de Madrid fueron retribuidos con dinero público de Vigo. El autor intelectual de aquel encuentro fuera el alcalde Manolo Soto en comandita con el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, y contaron con la colaboración de Abel Caballero que era ministro de Transportes, y que puso a disposición de los expedicionarios de la capital un tren especial. Gratis, claro. Dicen que la idea se le ocurrió a Soto el ver el éxito popular de aquella frase del alcalde de Madrid Tierno Galván, quien en un acto público se dirigió a los jóvenes diciéndoles “el que no esté colocado que se coloque” y quiso superarlo.

Aquel episodio, alguno de cuyos aspectos menos ejemplares, se obvian cautamente cuando se recuerdo lo de las movidas se presenta como “encuentros en la vanguardia, organizada por el Ayuntamiento vigués y la Comunidad de Madrid”. Los cronistas de la capital calificaron el encuentro como “dos días de copas y algarabía”, con resultado final de numerosas intoxicaciones etílicas y una hospitalizada. Algunos escribieron: “Dicen que la movida se parió en las tabernas, en los tugurios promiscuos y sensuales del Madrid de hace una década. Algunos ciudadanos escépticos están convencidos de que la movida fue una ocurrencia de los taberneros para alegrar la rentabilidad de sus locales. De hecho, el hermanamiento de Vigo y Madrid propiciado en la operación tiene todos los aromas del entorno bursátil. Dos instituciones han tenido la habilidad de convertir a los tipos marginales en tipos medios moderados”.

Puede que algunos vigueses recuerden los aspectos “propiamente culturales” de aquel encuentro: exposiciones de pintura, fotografía y diseño, espectáculos callejeros de muñecos ahorcados en la calle del Príncipe, el estreno de una opereta de Antón Reixa, un concierto de Siniestro Total, los Nikis y Gabinete Caligari, además de los recorridos etílicos por los entonces lugares de moda de la noche viguesa. Algunos de los actores de aquel episodio ya no quieren recordarlo. Lo mismo que ahora Caballero presume de luces, Manuel Soto presumía de que Vigo era la vanguardia de la modernidad. Lo cierto es que a partir de los ochenta, la ciudad engendró un moderno movimiento musical muy cuajado de nombres recordados como Siniestro total, Golpes Bajos, Os Resentidos, Aerolíneas Federales, Semen Up u otros. Soto y Leguina acordaron ese encuentro y trajeron a Vigo “el tren de los modernos” que, según ellos mismos contaban, hicieron el trayecto bebiendo gratis para entonarse. El lema de aquel episodio fue “Vigo se escribe con M de Madrid” y Soto presumió de ciudad de vanguardia. Su nombre se hizo conocido en toda España. Leguina se comprometió, tras lo de Vigo, a devolver el favor en Madrid en 1987. Pero del asunto nunca más volvió a hablarse. Nunca más.

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