VIGO

El confinamiento sin ver y sin oír

Antonio Castro Neira, presidente de la Asociación de Personas Sordas de Vigo, en la entrevista concedida con la ayuda de la intérprete Liliana Nantes.
photo_camera Antonio Castro Neira, presidente de la Asociación de Personas Sordas de Vigo, en la entrevista concedida con la ayuda de la intérprete Liliana Nantes.
Las personas con discapacidad visual y discapacidad auditiva están viviendo el estado de alarma con grandes dificultades para guardar el distanciamiento social o para hacerse entender por el resto de la sociedad

nnn Lorena Fernández estaba acostumbrada a salir todas las mañanas a trabajar ayudándose de su bastón. Tiene todos los recorridos memorizados, el de su propia casa, el del trayecto a la oficina, el del supermercado... Sus manos son sus ojos para leer los botones del ascensor y poder indicar al piso al que quiere dirigirse. Todo esto cambió cuando estalló el estado de alarma y se dictaron las normas de distanciamiento social.
Esta mujer, de 29 años, es la actual subdirectora de la Once en Vigo y desde el pasado 14 de marzo vive prácticamente encerrada en su vivienda. "Básicamente no salí ningún día. Tengo a mi pareja que me ayuda a hacer las compras y uso mucho las compras a domicilio. Pero sí, se está haciendo un poco duro no salir a respirar aire", comenta.
Con un 89% de discapacidad visual, solo percibe luz y ve bultos, pero no distingue las formas. Destaca lo dura que, para las personas que, como ella, no pueden ver el mundo a través de sus ojos, está resultando este confinamiento. "He pensado en ir algún día a la frutería o a algún recado, pero me da miedo. No por mí, sino porque no sé hasta qué punto podré guardar las distancias. Al súper ya ni me lo planteo, porque aunque las dependientas siempre me ayudan ahora están muy saturadas y lo considero innecesario", explica.
Confiesa que vivió los primeros momentos con cierta incredulidad sobre lo que estaba sucediendo alrededor, hasta que comenzó a escuchar los aplausos de las ocho de la tarde.
Desde que comenzó el estado de alarma muchos hábitos han cambiado, también dentro de su propia vivienda. "Los productos que llegan de fuera los pongo en cuarentena 24 horas, en un sitio donde no estén en contacto con el resto del resto de la casa", añade Lorena Fernández.
La forma en que tiene una persona ciega de relacionarse con el entorno hace que sean mucho más vulnerables y estén más expuestos al contagio del coronavirus. "Tenemos problemas para guardar las distancias porque no vemos a las personas. Lo del bastón es un caos, porque lo vas tocando todo por el suelo y después hay que desinfectarlo, y nosotros dependemos también del tacto y los guantes nos restan sensibilidad".
"Los que no tienen resto visual no salen. Una de las principales labores que estamos haciendo ahora en la Once es estar atentos a estas personas para prestarles apoyo, ya que algunas viven solas y lo llevan peor.
Sandra González Piñeiro es una de esas personas que no salen, porque además de la ceguera tiene patologías previas de tipo respiratorio y cardíaco. "Yo me confiné incluso antes de que lo dictaminara el Gobierno. Llevo encerradita desde principios de marzo y no salgo para nada", afirma.
Esta mujer de 47 años, que vive con sus dos hijas gemelas de 16 años, destaca también lo difícil que es mantener las distancias y que dependen del tacto para, por ejemplo, saber dónde están las cosas. "Me imagino que a partir de ahora ya no podré hacer la compra así. Todo esto cambiará", se lamenta.
Las tres se mantienen confinadas en su piso de Bouzas. La compra la realizan una vez por semana vía internet y es una vecina que se encargan de ir a la farmacia si lo precisan.
Pese al inminente comienzo de la desescalada, Sandra González tiene claro que tardará en salir y que el mundo no volverá a ser el mismo. "Nos cambiarán muchas cosas y perderemos muchas cosas. Miedo, tengo mucho. Piensas que como la cura no aparezca... No sé. Ahora somos conscientes de ese peligro, que siempre existió. Mientras no exista vacuna yo no saldré de casa, lo que quiere decir que será en año o año y medio. En principio es lo que me aconsejan los médicos. Es peligroso para mí y probablemente también signifique que no puedan venir a visitarme, porque aumenta el peligro potencial. Tengo que estar muy aislada", concluye.

leer los labios
Si el tacto es el sentido básico de las personas con deficiencia visual, la boca, ver nuestras bocas, es la forma que las personas sordas tienen para comunicarse con nosotros, y eso lo impide el uso de mascarillas. "El mayor problema que padecemos son las barreras comunicativas, porque la mayoría de la sociedad desconoce la lengua de signos. Con la situación con el Covid-19 empeora, lógicamente". Quien así se expresa es Antonio Castro Neira, presidente de la Asociación de Personas Sordas de Vigo, en una comunicación con este periódico por videoconferencia en la que hace de intérprete de esta entidad, Liliana Nantes.
Castro Neira relata las dramáticas vivencias de algunas personas sordas en España que han enfermado por el coronavirus y que han tenido que ser ingresadas. En el hospital se han visto doblemente aisladas, en su habitación y con el personal sanitario. "Cuando no se conoce el lenguaje de signos nosotros recurrimos a leer los labios. Por razones de seguridad, el personal tiene que usar mascarillas, por lo que estos pacientes no sabían qué les podía pasar al no poder comunicarse. Es muy frustrante".
Para paliar esta y otras situaciones, la Confederación de Personas Sordas y la Federación Gallega han puesto en marcha el programa Svisual, donde hay una intérprete de lengua de signos que gestiona las videollamadas y hace de mediadora entre la persona sorda y la persona con la que se quiera comunicar, por ejemplo, su médico.
Castro Neira está cumpliendo el confinamiento en su casa junto a su mujer, también con discapacidad auditiva. Cuenta que cuando sale a hacer la compra cumple las mismas medidas de protección que el resto de la población. Él es capaz de hablar algo, pero con la mascarilla, cuando tiene que pedir algo "no me entienden". Duda de la efectividad de algunos modelos de mascarilla diseñados con la parte de la boca transparente, porque se empañan y porque tendría que ponérselo toda la población.
"Lo que necesitamos es más adaptación a nivel comunicativo. Esa es nuestra prioridad", afirma. Para Neira, es una cuestión de voluntad tratar de entender a una comunidad que en Vigo y su área ronda las 3.000 personas. n

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