Condena al proxeneta que hizo de Beiramar un "barrio rojo"

Los hechos ocurrían en 2017 cuando  mujeres de nacionalidad rumana eran llevadas a prostituirse en Beiramar.
photo_camera Los hechos ocurrían en 2017 cuando mujeres de nacionalidad rumana eran llevadas a prostituirse en Beiramar.
Tilimbar S. aceptó 1 año y 8 meses de cárcel por obligar a prostituirse a su novia en Vigo tras captarla con el método “lover boy”. Otro colaborador asumió un año y tres meses

Actualmente cumpliendo diez años de prisión en la cárcel de A Lama por proxeneta, el ciudadano rumano Tilimbar S. volvió ayer al banquillo en Vigo. Acusado de un delito de prostitución coactiva sobre la que fue su pareja, aceptó una nueva pena de 1 año y 8 meses, multa de 1.200 euros y el pago de una indemnización de 6.000 euros. La entrega de parte de la responsabilidad civil y el reconocimiento de los hechos le sirvió para una sustancial rebaja, ya que inicialmente se enfrentaba a cinco años. Junto a él, su colaborador gallego, Javier C., quien aceptó 1 año y tres meses y multa de 720 euros. Ninguno podrá acercarse a la víctima, testigo protegida, en un plazo el primero de 10 años y el segundo, de seis.

 

 

El escrito de hechos revela que Tilimbar, que aterrizó en España en 2006,  llevaba a  mujeres compatriotas, con las que residía junto a su colaborador en un piso en O Porriño, hasta Beiramar, donde ejercían la prostitución callejera. Fue en  el verano de 2017 cuando inició una relación sentimental con la víctima. Ella ya trabajaba en la prostitución como medio de vida de forma voluntaria. Utilizando el método de “lover boy” (engatusarla con promesas de amor) la convenció semanas después de iniciar un noviazgo de que si vivía con él la sacaría de ese mundo. Convencida de esa promesa, aceptó a mudarse con él al piso de O Porriño, arrendado por el otro acusado. 

El idilio duró poco. Un tiempo después, Tilimbar propuso a su novia a que acompañara a las otras mujeres hasta Vigo para prostituirse asegurándole que el dinero sería para ella. Acabó aceptando, por la aparente protección y la confianza que él le generaba, llegó a decirle que “Beiramar era de Rumanía”.

Sin embargo, una vez allí con el resto de mujeres, trasladadas por el colaborador o por taxistas de confianza, el proxeneta, aprovechándose del conocimiento que tenía de la víctima, de su familia y el domicilio de esta, la amenazó con violar a su hermana, matar a su madre y contarle al hermano que era “una puta” si no se prostituía para él.

Desde ese momento, tal y como sostiene el relato de hechos, las amenazas se agravaron sumando a las verbales, las físicas, mediante el uso de cuchillos que colocaba en su espalda o pistolas que le ponía en la sien. Comenzaron también las palizas, tanto en la vivienda como en la propia calle, consiguiendo anular su voluntad.

Las agresiones eran casi diarias y se valía de ellas y de la colaboración del otro acusado para controlarla. Javier C. sabía de la situación de explotación sexual de la testigo, pues la llevaba desde Porriño a Vigo, la recogía y vigilaba sus movimientos sobre los que informaba a Tilimbar. Así, durante la noche llegaba a presentarse en Beiramar arrebatándole todo el dinero que tenía y obligándola a quedarse más tiempo en la calle para acumular clientes. Con la ayuda de su colaborador, obligaba a la víctima a prostituirse en cualquier circunstancia y condición exigiendo una cantidad mínima que debía recaudar.

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